Sudáfrica: Ciudad del Cabo II

Por Orlando Tunnermann

ATARDECER DESDE EL HOTEL RITZ, CIUDAD DEL CABO.
Continúo por la ruta del esplendor y la tierra de faz lavada: Ciudad del Cabo. En otros tiempos, corría el año1908, las remozadas calles populosas eran transitadas por "taxi-caballos".

Quienes gestionaban y se encargaban de suministrar este cuadrúpedo servicio público, recurrieron a la algarada unánime como grito de guerra para demostrar su reacia oposición a la instauración sustitutiva de los vehículos como nuevo medio de transporte urbano para pasajeros.
Los carromatos tirados por equinos quedaron relegados al destierro, como añosas postales desvaídas de una época ajada. Deslucida en los anales del tiempo queda también la huella mancilladora del Bo-Kap.

Era en este área oprobiosa donde se hacinaba a los esclavos como si fueran reses enfermas que hubiera que apartar del resto. Se les obligaba a vestir atavíos de colores apagados, tan aciagos y cenicientos como su miserable existencia. Cuando fueron definitivamente liberados, en señal de protesta e insurrección, comenzarón a vestirse con prendas de tonos chillones.

Pintaban sus hogares con colores encendidos, inflamados de cromatismo. De este modo, festejaban el ocaso de una cárcel "vestuaria" condenada al gris, a la tristeza, a los tonos plomizos y aciagos.

Ciudad del Cabo, gloriosa fachada de boato, muestra su semblante más portentoso en zonas como la afamada Camps Bay o Cliffton.


CAMPS BAY


Hasta aquí arriban los amantes surfistas de las olas prodigiosas y las panorámicas acuáticas, contempladas desde los balcones de lujosas edificaciones hoteleras, en primera línea de playa.

El agua, sin embargo, es gélida, poco recomendable para darse un chapuzón. Una actividad de lo más delectable, para los fanáticos del aire y los planeos de gavilán cerquita de las nubes, es practicar paracaidismo saltando al vacío desde la cumbre de Lions Gate, para acabar amerizando sobre la arena esplendorosa de la playa de Camps Bay.

En este terreno mundano que hollamos ahora, con pies de aventureros incansables, antes de abandonar los destellos pomposos de esta localidad flamante, nada mejor que detenerse a observar el mar mientras comemos en ·"The Bayside Café".


Quedaremos satisfechos con su oferta gastronómica y el trato es agradable. Prosigo con mi ronda de ovaciones y recomendaciones. Turno para la singular Metropolitan Methodist Church (Longmarket Str.)

METROPOLITAN METHODIST CHURCH


Esta preciosa iglesia gótica, ya de vuelta en el meollo de Ciudad del Cabo, alberga en su interior una coqueta guardería para solaz de los "peques", mientras elevamos nuestras preces frente al altar.


Los menos proclives a la oración tal vez se sientan más gustosos de paladear el fabuloso café que expenden en una pequeña cafetería dentro del recinto sagrado de la iglesia, nada más franquear el umbral.
Un lugar diferente, muy buena gente, un café excelente... una iglesia muy bonita y recomendable.

Son en esta iglesia especialmente agradables y, si encima gozamos del favor de poder escuchar algunos cánticos o sones de piano, entonces la sensación será de inevitable serenidad y fruición espiritual.
La iglesia metodista fue construida en el año 1829 por orden del fundador de esta corriente teológica en Sudáfrica; el reverendo Barnabas Shaw.
Años más tarde el edificio original, erigido por Charles Freeman, se vería ampliado por el arquitecto TJCInglesby.

En cuanto a compras, es una óptima opción acercarse hasta el populoso y trafagoso Green Market (Green Market Square).

GREEN MARKET