La crisis nos mira de frente, sin vergüenza ni pena. Decimos adiós a subvenciones, pagamos más por el recibo de la luz, suben los impuestos, las nóminas se desangran, las empresas se hunden y los trabajadores reciben el golpe del paro en la frente, sumándose a una larga lista de desempleados con los ojos tristes y apagados, esperando una llamada que les devuelva a la vida del obrero, a las cuentas que les permitan llegar a fin de mes. Lo que no cambia son los sueldos de los políticos, los reyes de los asalariados, los mejor pagados de España. Es lamentable que los políticos se llenen la boca de buenas intenciones mientras están cobrando uno sueldos desorbitados (sin olvidar las futuras pensiones vitalicias que se les asignarán). Se devalúa la calidad de vida de los trabajadores peor remunerados, último eslabón de la cadena, mientras se enriquece a los más acomodados. El poder adquisitivo decrece mientras la clase política y dirigente de este país se da la gran vida. La carta de despido de los ministros de Zapatero (por poner un ejemplo de muchos) dejó intactas sus nóminas. Para ellos todos los derechos, los pluriempleos millonarios, el aval del sistema de compatibilidades. El ex presidente cobra el 80% de sus sueldo presidencial (la friolera de 74.000 euros al año) a lo que hay que sumar 72.800 euros anuales por su puesto en el Consejo de Estado. Un total de 146.800 euros anuales. A Leire Pajín tampoco la afecta mucho la crisis puesto que cobra un total de 10.282 euros brutos al mes (parte de sus sueldo como antigua ministra de Sanidad, sueldo de diputada, sueldo de pensión y comida y otra entrada de dinero por ser la portavoz socialista en la Comisión de Agricultura). Casi nada. Y podría llenar multitud de folios con cifras descomunales e irritantes para los españoles. ¿Es ese el compromiso político?, ¿se sirve a los ideales ciudadanos o a los intereses particulares?, ¿de verdad les importa a los de arriba nuestro puesto de trabajo, nuestros ahorros, nuestro acceso a la vivienda, nuestra promoción social, nuestros sueños? La población civil se aleja de la política porque no se siente identificada con ella ni con su tiranía. No podríamos sobrevivir sin ella pero su estrategia actual nos está matando. El concepto de democracia real está deshinchado, hueco. La ola del descontento ha alcanzado cotas elevadísimas porque el caciquismo y la corrupción encharcan nuestra visión de futuro. El político correcto es aquél que trabaja para servir y no para lucrarse. Un sueldo razonable es lo que se pide. Entre políticos corruptos, sindicatos partidistas, despilfarro autonómico y gastos “peculiares” de altos cargos a costa del dinero público nos quedamos bajo mínimos y sin pantalones los de siempre. ¿Qué mejor plan de ahorro que el viaje turista para nuestros gobernantes, la eliminación de pensiones vitalicias, la supresión de cargos duplicados, unos sueldos acordes con su función y cargo que no rebasen las cinco cifras, por ejemplo? Esas medidas proponemos los ciudadanos. Pero parece que los de arriba miran para otro lado porque la crisis ni siquiera les despeina. El poder llama al poder. La boca se les llena de promesas… y los bolsillos de dinero.