Suele decirse que la forma de Aristóteles, no estando abstraída del mundo, reside en la materia para explicar su unidad y perfección y evitar su perpetuo fluir. Pero no es cierto que la forma tenga un lugar y esté "en el mundo", como tampoco lo es que las Ideas de Platón estén situadas "fuera del mundo". La noción platónica de participación y la aristotélica de actualización entrañan un transitar del no ser al ser, esto es, de lo sensible a la Idea y de la potencia al acto. Transitar es unir dos lugares mediante el sujeto que los transita. Por ello, es tan correcto afirmar que la Idea está en el participante como lo es sostener que la forma está en la materia. No están como el que está en un lugar, sino como el que está en una acción.
En este sentido, Platón no es menos realista que Aristóteles, pues las Ideas de aquél obran sobre la materia de un modo parecido a la forma de éste, y en ambos casos la materia obra, ya sea para permitir su participación en las Ideas, ya para permitir su actualización por la forma, por lo que la teoría hilemórfica está fundamentalmente de acuerdo con la de las Ideas. La diferencia entre ambas radicaría en que en Platón pueden darse Ideas no participadas, esto es, lo que es posible pero no real, mientras que en Aristóteles no pueden darse formas no actualizantes, ya que siempre se relacionan con la materia. Sin embargo, incluso en este punto se aprecia un paralelismo, toda vez que el transitar descendente de lo posible a lo real en Platón puede equipararse al transitar ascendente de lo real al acto puro en Aristóteles.