Sueño de una noche de verano (ecocosmopolita)

Por Yve Ramírez @ecocosmopolita

Con la sensación de que llegar a las vacaciones es una carrera contrarreloj en la que tienes que dejarte el alma por el camino. Así estoy estos días, sudando la gota gorda bajo el calor demencial de este verano en Barcelona y trabajando con mis niñas de asistentes. Es el estrés que produce esta forma de vida tan mal montada que nos impone la sociedad en la que vivimos. ¿A que no soy la única con esta sensación de que me han liado en una película imposible y de que la conciliación es una cosa de ficción, hagas lo que hagas?

Yo trabajando, mis asistentes al fondo. Este es un momento de los buenos (enchufadas a una pantalla).

Y sé que soy una absoluta privilegiada en materia de conciliación pero tras sólo dos semanas de vacaciones escolares, estamos que nos matamos en casa, lo confieso. No todo es tan color de rosa como muestra el Facebook y casi me siento en la obligación moral de desnudar los trapos sucios de una ecocosmopolita que ama a sus niñas pero que a veces cogería una bici y se iría hasta allá donde el horizonte se disuelve.

Ahora mismo me parece que no llego a la semanita de vacaciones que tendré en Camping Vinyols. Bueno, si de pronto no me encuentran, búsquenme en  la Frackampada: estaré escapada en Subijana de Álava, muy cerca de Vitoria -en el País Vasco- con un montón de activistas del mundo entero, hablando de la lucha contra el fracking e intercambiando experiencias con otros movimientos ciudadanos de todas partes del mundo. Por favor: cuida de mi familia y diles que los amo mucho, que ya volveré. ;)

Hablando en serio. Yo me quejo y sé que es inmoral, porque hay quien lo tiene mucho peor (y también mucho mejor!). Y sufro por las niñas, que se han chupado horas de oficina y de casa, este año sin la buena compañía y la planificación de otros tiempos porque no nos han coincidido tan bien las cosas con los amigos. Si yo estoy agobiada, sé que ellas están al borde de la desesperación.

Como soy masoquista, a media tarde miro por la ventana y me imagino estar en la Creueta del Coll, remojando los pies mientras las niñas saltan en la piscina,  o, mejor aún, en el pantano de Vilagonella, sintiendo la brisa en la espalda. O por qué no, en el Camping Benelux, preparándome para mi chapuzón en Playa del Castell, en medio de la Costa Brava. Sueño que estoy bajo la sombra de los árboles en el Canal Du Midi, preparada para coger la bici y descubrir otra imagen digna de la mejor estampa, en el camping Aguas Blancas de Burgos, donde parece que el verano no llega. O que ya he llegado a Tenerife -¡ahí estaré en agosto!!! (¿será que llego viva?) y estoy viendo rocuales saltar al lado de la barca que me lleva de paseo por altamar.

¡También sueño con ver las playas de Barcelona así de tranquilias y limpias en verano!

O simplemente sueño tengo mucho tiempo libre para irme de paseo con la familia de parque en parque, de piscina en piscina, de esquina en esquina, descubriendo tesoros de la ciudad  y haciendo picnics por doquier.

En fin, que sé que no queda más que tomarlo con alegría, tratar de conseguir un saco de cariño para endulzar las tardes que no son como soñamos, otro de paciencia para enfrentar las crisis nerviosas de la gente pequeña, uno de buen humor para que la risa no pare y, finalmente, disciplina militar para no trabajar más de la cuenta, por mucho que se disfrute, que el verano está ahí afuera y hay que sacarle el jugo!

Pasar más tiempo sobre estas ruedas, otro de los propósitos del verano.

Nos seguimos viendo, pero poco a poco y sin compromiso, ¿vale?

Ah! Y que no se me olvide: tenemos un sorteo abierto de cosmética natural que está de fábula y acaba este fin de semana, y el crowdfunding de 350 BCN sigue en marcha y necesita apoyo hasta el último día.

¡Gracias por aguantar el desahogo! Y feliz verano, llueve, truene o relampaguee!


Archivado en: Ecoaventuras, Ecoinspiración Tagged: agosteando, Barcelona, tiempo libre