Había abierto las nubes y de ellas liberado fuerzas que debían permanecer contenidas. Un despliegue policial se desencadena y me veo perseguido por coches y camiones de policía, con sus sirenas, incluso un helicóptero me persigue volando más acá de las nubes.
Mi madre, cálida y tierna, sentada sobre la cama que me soporta, allí donde las sirenas y las hélices no pueden llegar, me pregunta que por qué lo he hecho.
Con lágrimas en los ojos le confieso que no lo sé. Entonces, como habiendo escuchado mi confesión, los coches y el helicóptero se disipan y desaparecen de la ciudad.
Ahora, aunque liberado, me pesa que ya nunca podré saber por qué lo hice.
Sueño de la pasada noche de Octubre