Sueños de infancia, hechos realidad

Por Areche

Yellow treehouse restaurant, Nueva Zelanda. Arq: Peter Eising y Lucy Gauntlett.

Estos días, he compartido dos proyectos que he descubierto recientemente en la página Proyectosinergias, y ambos tenían en común el estar edificados en o entre árboles a varios metros de altura. Recordándonos a las casitas de árbol de la cultura anglo-sajona, o a los sueños de niño, hechos realidad ya de adulto.

El primero, antes de entrar en el edificio es sí, nos recuerda a los diálogos y debates que según Andrés Jaque, abren los medios de comunicaciones y que son capaces de generar auténtica arquitectura. En este caso una campaña publicitaria de páginas amarillas, que tras bombardear con un "spot" las televisiones neozelandesas, creó la espectación necesaria y el reclamo para que los medios se hiciesen suficiente eco de ella, convirtiendo el proceso constructivo y el edificio en la mejor de las propagandas. Dos mil comensales el primer año y dos millones de visitas a la web, atestiguan el éxito.

Edificado abrazando a una gran secuoya de 1.7 metros de diámetro, supone la versión más típica de este tipo de edificaciones. Simula la forma de un capullo de mariposa u oruga aferrada al tronco, pero que es partida por la mitad y desplazada por el diámetro para permitir la entrada desde una rampa y abrir un mirador.

Spirit Spheres, Vancouver, Canadá. Carpintero: Tom Chudleigh.

La segunda, responde más a ese sueño infantil, hecho realidad ya en la edad adulta. El sueño de este carpintero canadiense, era la de poder tener un retiro en el bosque, en su propia casita del árbol, para lo que usó su experiencia de constructor naval y configuró un sistema de esferas colgantes. Lo que además, le ayudó a compartir su visión con el resto de mortales.

A diferencia del proyecto anterior, este no se inspira en las formas de la naturaleza, sino que juega con la geometría humana, o perfecta de los líquidos cuando se ven privados de gravedad. Sin embargo, logra una sensación poéticamente más próxima a vivir en la rama de un árbol, más cercana a las sensaciones de felinos, ardillas o aves que residen en las alturas del bosque. El balanceo logrado gracias a estar literalmente colgada por cables, ya sea por nuestros movimientos o ser mecido por el viento, nos une a la estructura más frágil y elástica de las ramas, entrando en mi opinión, en una comunión con el entorno que nos rodea a varios metros de altura.