Pero todo esto parece quedar en segundo plano si lo comparamos con el papel que la candidatura de Madrid ha realizado en Buenos Aires. Sencillamente indescriptible. Los cómics de Mortadelo y Filemón dedicados a eventos olímpicos suelen comenzar con una reunión del Comité Olímpico Español en el que unos señores bien cebados se dan un banquete a costa del contribuyente para decidir el reparto del pastel. Parece que Ibáñez no va muy desencaminado cuando observamos el comportamiento de nuestros representantes que llevan al extranjero los hábitos adquiridos en nuestro país. Y así pasa lo que pasa...
No voy a hablar del discurso en inglés de Ana Botella, del que ya se han vertido ríos de tinta. A mí lo que más me llamó la atención fue la rueda de prensa que ofreció la delegación española el día anterior. Allí estaban el presidente del Comité Olímpico, con rostro de extrema preocupación, el presidente de la Comunidad de Madrid, absorto en su propio mundo y Ana Botella, tan relajada y tan segura de sí misma que rechazó llevar puestos los cascos de traducción simultánea. Cuando llegó el momento de atender una pregunta en inglés, ella miraba al periodista con sonrisa forzada, dando una imagen de suficiencia. Le preguntaron por el paro en España. Ella respondió aludiendo a que la candidatura de Madrid tenía casi todas las infraestructuras terminadas (primero nombró la cifra del noventa por ciento, luego la bajó al ochenta) en un discurso inseguro en el que repitió la misma idea varias veces. El rostro del presidente del COE se descomponía. Le dijo, a micrófono abierto, que eso no era lo que le habían preguntado. Ella lo miró como restando importancia al incidente. ¿Qué importancia tiene, si en España se contesta siempre así? ¿Cuándo se ha visto a un político en España responder concretamente a lo que se pregunta? Esta práctica, que sirve en nuestro país hasta que a los periodistas se les ocurra dar carpetazo y dejar de acudir a ruedas de prensa prefabricadas, es desconocida en el extranjero por lo que, es posible que si Madrid tenía alguna posibilidad de ser elegida - y estoy siendo muy optimista con la candidatura - se frustró en ese momento.
Y es que cualquier miembro del COI que investigara un poco acerca de los representantes madrileños podría informarse sin muchos problemas acerca de que el presidente de la Comunidad (¿qué será eso de la Comunidad?, se preguntarán) está implicado en un oscuro caso con un carísimo ático marbellí de por medio. Y de Ana Botella, descubrirán que se cubrió de gloria marchándose a pasar el fin de semana en un relajante Spa en medio de la tragedia del Madrid Arena. La gente de más confianza para liderar un evento de las características de una Olimpiada. Además de todo esto, la delegación española se caracterizó por la típica opacidad de la política de nuestro país. Llevaron al doble de miembros que las otras ciudades y después se negaron a facilitar a los medios la lista de invitados, entre los que estaba el alcalde de mi ciudad, Málaga, porque por lo visto Madrid se había comprometido a celebrar algún partido de fútbol en la Rosaleda. Mi alcalde dejó huella, ya que en pleno discurso del Príncipe, mantenía una animada conversación con Jorge Moragas, algo que hizo que doña Letizia les pidiera silencio. También acudió la alcaldesa de Valencia, otra mujer fuera de toda sospecha, en cuya ciudad se han celebrado eventos deportivos muy provechosos (sobre todo para unos cuantos).
El día siguiente fue el del famoso discurso de Ana Botella, de una expresividad tan forzada, que daba incomodidad contemplarlo, aun dejando a un lado el exceso de maquillaje y el llamativo peinado de la ponente. ¿Es extraño que eliminaran a Madrid en primera ronda? ¿Quienes eran los que estaban en la Puerta del Sol falsamente ilusionados y la emprendieron con unos sonoros "¡Hijos de puta!" cuando se anunció la eliminación? ¿Los constructores y sus familias? Qué ridículo tan espantoso. En cuanto nuestros políticos llevan sus formas y su descaro fuera de las fronteras de España, salen escaldados. No importa, siempre se puede culpar a la corrupción del COI (nunca a la nuestra), a la envidia que nos tienen o a diversas conspiraciones. Ahora, por favor, que nos digan si piensan gastar el dinero que iban a emplear en un evento de tres semanas en temas verdaderamente necesarios y durareros. Que salgan de la nube olímpica y pongan los pies en el suelo.