Confieso que hoy no sabía que hacer, si gritar o callarme avergonzado por las imágenes del domingo, unas imágenes que han dado la vuelta a mundo una y mil veces. Unas instantáneas monstruosas de las que siento vergüenza no se si propia o ya ajena porque, y ahora decidme lo que queráis pero este domingo sentí vergüenza cuanto me tocó explicar como pude a mi hijo eso de que que los policías -sus héroes- estaban repartiendo estopa a diestro y siniestro.
El domingo no es que se fuese Catalunya, que se ha ido, porque se ha abierto una brecha que no se si se podrá cerrar. Se ha marchado dolida por los palos y enrabiada por la actuación de un Gobierno prepotente y cobarde que ha vuelto a lo único que lleva en el ADN, la rancia dictadura del palo y tentetieso. El domingo se perdió mucho más. Este pasado domingo se perdió la esperanza de poder ser un país civilizado donde se respetan los Derechos más básicos y volvimos a lo que ya conocemos desde siglos, la división provocada por los que pueden sacar partido de que nos saquemos los ojos entre nosotros. Sabemos que ya nos ha traído demasiados disgustos pero creo que no escarmentamos. Cada porrazo que caía nos hundía más y más en el fango del blanco y negro que jamás debería haber vuelto.
El domingo creo que fuimos muchos los que despertamos de un sueño en el que creímos que vivíamos en un país democrático, moderno, un lugar en el que se podía vivir. Pues bueno, a golpe de porra hemos despertado, espero, y nos hemos encontrado con que el purgatorio existe y está en España, un país en el que un Gobierno indolente y que ha perdido toda la relación con la realidad se dedica a extralimitarse con la fuerza sin que le importen las consecuencias que pueda tener ello. Porque eso es la base, que no le importa nada, no le importan la apariencia, los modales y la decencia política. Nos aporrean, lo ve todo el mundo y encima van y lo niegan.
Niegan que el domingo Catalunya se transformó en algo digno de las dictaduras de otros tiempos. Niegan que en toda España se oyeron voces pidiendo el fín de la violencia y por supuesto niegan que ya no somos lo mismo, ya no volveremos a serlo porque hasta a uno que no se considera especialmente impulsivo le dieron ganas de botarle fuego al DNI.
Hablé con “gente del régimen” intentando encontrar a alguien que me pudiese dar una justificación a lo injustificable y no, no la tenían. Gentes del PP de toda la vida tampoco aprobaban lo que su jefe nos hacía a TODOS los españoles y hasta ellos me decían que lo de los catalanes era injustificable, pero que los de las porras y la testosterona cavernícola por litros y en garrafa no llevaban cuatribarradas en los uniformes. Los que salían en la tele arrastrando señoras y tirando a gente escalera abajo llevaban uniformes españoles y no dudes que la factura de esto en las instituciones internacionales llegará y no será barata.
Me duele tanto como los porrazos ver como el Gobierno (cosas de la democracia, mira por donde), del que cualquiera puede renegar ahora, se dedica a actuar como el abusón del colegio. Pero todavía me duele más ver que no hay salida, que el resto de fuerzas políticas han hablado (más o menos) pero no van a hacer nada, han permitido los mamporros y ahora no van a destituir a un presidente que no tiene los arrestos de dimitir y convocar elecciones (que, oye, sería una salida a todo esto, PARA LOS DOS). Me duele más que una bola de goma ver como los sindicatos mayoritarios se mantienen calladitos sin arrancar la movilización social que debe cambiar esto mientras los pequeños intentan empujar el carro. Pero me duele más todavía ver como queda tanta gente hipnotizada que todavía cree que Mariano es un presidente medianamente normal y no vé como el domingo nos enterraron a porrazos nuestros derechos más básicos. No olvides que si ahora nos callamos y asumimos como normal la somanta de palos, la próxima vez que nos apaleen por cualquier cosa, les habremos legitimado.