Como país que se encuentra a sólo 14 kilómetros de la península ibérica, a España le interesa extraordinariamente la aprobación en referéndum de la nueva Constitución de Marruecos propuesta por Mohamed VI, en la que renuncia a su carácter sacro, y que promete separar los poderes legislativo del ejecutivo, aunque menos del judicial.
El rey se convierte en una figura inviolable, con inmunidad penal y jefe de las fuerzas armadas, como varios monarcas europeos, entre ellos el español.
Seguirá siendo jefe del islam, como descendiente de Mahoma, con más poderes que la reina británica sobre la Iglesia anglicana.
La Constitución, que se votará en 1 de julio, consagra la libertad de culto pero no la de conciencia. Se podrá practicar discretamente una religión no musulmana, pero nadie puede difundir ideas distintas al islam.
Ningún musulmán puede abandonar su religión, ni interesarse por otra. Se prohíbe también la difusión del agnosticismo.
Los marroquíes, por tanto, siguen legalmente aislados de cualquier nueva idea, no sólo religiosa, sino también racionalista, lo que mantiene el retraso cultural y humanístico de la inmensa mayoría del pueblo.
Sometido, además, a costumbres que reducen el desarrollo humano a causa de la secular e ingente presencia de matrimonios consanguíneos, especialmente entre primos carnales: recuérdese “Las Hurdes”, de Buñuel.
Pero la Constitución sigue siendo un paso liberalizador que se aleja del medioevo al estilo de los reyes de Arabia Saudita, que imponen una religiosidad extrema, la de la secta wahabí, madre de numerosos extremismos.
A España le interesa sobremanera el triunfo de esta aventura, porque en caso fracaso y de conflicto interno a la manera de Libia o Siria, sufriría la hostilidad de una mayor ambición nacionalista e islamista.
Aparte de que le llegarían millones de refugiados huyendo de los enfrentamientos internos.
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Como SALAS sigue muy atento a lo que pasa en España, vea usted su análisis:
Y mientras bombardeamos Libia, el régimen sirio sigue asesinando a parte de su pueblo. Claro que si no fuera así, la parte víctima ahora sería verdugo después.