SUICIDIO
El jovencillo se olvidaba.
Eran las diez de la mañana.
Su corazón se iba llenando
de alas rotas y flores de trapo.
Notó que ya no le quedaba
en la boca más que una palabra.
Y al quitarse los guantes, caía,
de sus manos suave ceniza.
Por el balcón se veía una torre,
él se sintió balcón y torre.
Vio, sin duda, cómo le miraba
el reloj detenido en su caja.
Vio su sombra tendida y quieta,
en el blanco diván de seda.
Y el joven rígido, geométrico,
con un hacha rompió el espejo.
Al romperlo, un gran chorro de sombra
inundo la quimérica alcoba.
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Poema de Federico García Lorca (1898-1936), el malogrado poeta andaluz, pleno de simbolismo y de sugerentes imágenes que aluden a esos momentos en que pareciera no quedar en la boca más que una única palabra, como dice el verso.
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