Soto comenta que la infanta y Urdangarin viven en un casoplón (casa o chalet muy caro), en Ginebra y, aunque necesitan mucho espacio para alojar el morrazo colosal que gastan, supone que todavía les sobran unos cuantos cientos de miles de metros cuadrados para el morro de Gabriel. Así que lanza esta idea: “Pueden alquilarle una habitación a Anna. Ella se conforma con poco. Un trozo de pared para colgar los pósteres donde aseguraba al electorado que resistiría hasta el final contra la represión. ¿Y qué hará Anna en casa de los Borbones? Ha dicho en la prensa suiza que su idea es volver a la universidad como una trabajadora más. Vislumbro, pues, una convivencia maravillosa. Largos coloquios intelectuales entre Urdangarin y Gabriel. Copas llenas de Soberano y calimocho, respectivamente. Puro chorizo español y 'calçot' empapado en salsa. La unión definitiva. La constatación de que podemos convivir”.
Soto recuerda que el destino, la orografía y las relaciones bilaterales quisieron que Suiza fuera el escenario elegido por la comunidad científica internacional para construir el gran colisionador de hadrones. “Esto me da una idea que ayudará a Anna Gabriel en su duro exilio, si es que consigue quedarse allí. Anna, escucha. Desde este periódico capitalista en el que, pese a nuestros defectos, sabemos alguna cosa de negocios, te proponemos una pequeña 'startup'. Creemos que puedes forrarte vendiendo antimateria en garrafas de ocho litros de puerta en puerta por las casas, en plan butano. Dirán los cínicos que lo que vendes son garrafas vacías, porque son incapaces de percibir la densidad que tienen los sueños y las ilusiones. No les hagas ni caso. Tú sabes muy bien que hay algo esencial, aparte del aire, en esas garrafas. Puigdemont y tú conseguisteis la gloria y la celebridad colocando antimateria republicana al electorado de Cataluña, donde la economía pasaba por horas bajas. Dos millones de personas fueron regadas con ese raro flujo universal que les henchía de emoción. Llenaron sus estómagos y sus pulmones de antimateria, y toda la política nacional se articuló sobre el cimiento invisible para los que no quieren ver” Y termina, aconsejándole: “Nada te impedirá hacer negocio con ese elemento misterioso en un país tan rico como Suiza. Y si allí te siguen asfixiando el capitalismo y el heteropatriarcado, no tienes más que abrir las ventanas y respirar el aire puro. Huele a Ricola”.