Miguel de Cervantes Saavedra en su obra ♦La Gran Sultana♦, eligió a una asturiana (Doña Catalina de Oviedo) para protagonizar una de sus obras de teatro, en la cual la ovetense, cautiva de los moros, fue llevada a Constantinopla, donde enamoró al Gran Turco (poderío español, ¡¡toma ya!!).
Aunque contiene momentos muy dramáticos, es obra sumamente divertida y recomendable, con un humor basado tanto en las situaciones como en los diálogos. A destacar el personaje de Madrigal, un "gracioso"a la manera de los de Lope de Vega, pero con gran personalidad, que, por broma, echa grandes tajadas de tocino en un guiso de verduras que se disponían a comer unos judíos o se propone enseñarle a hablar en vizcaíno a un elefante, aunque el cadí se opone a ello: «Enséñale la española, / que la entendemos mejor»
En el siguiente pasaje de la obra sale a relucir uno de esos momentos del tono jocoso (¡menudo prenda era el gachón!) utilizado por dicho personaje, con una forma que me parece absolutamente magistral:
♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦♦Judío: ¡Ah perro!
¡El Dío te maldiga y te confunda!
¡Jamás la libertad amada alcances!
Andrea: Di: ¿por qué te maldicen estos tristes?
Madrigal: Entré sin que me viesen en su casa,
y en una gran cazuela que tenían
de un guisado que llaman boronía,
les eché de tocino un gran pedazo.
Andrea: Pues, ¿quién te lo dio a ti?
Madrigal: Ciertos jenízaros
mataron en el monte el otro día
un puerco jabalí, que le vendieron
a los cristianos de Mamud Arráez,
de los cuales compré de la papada
lo que está en la cazuela sepultado
para dar sepultura a estos malditos,
con quien tengo rencor y mal talante;
a quien el diablo pape, engulla y sorba.
Pónese un Judío a la ventana
Judío: ¡Mueras de hambre, bárbaro insolente;
el cuotidiano pan te niegue el Dío;
andes de puerta en puerta mendigando;
échente de la tierra como a gafo,
agraz de nuestros ojos, espantajo,
de nuestra sinagoga asombro y miedo,
de nuestras criaturas enemigo
el mayor que tenemos en el mundo!
Madrigal: ¡Agáchate, judío!
Judío: ¡Ay, sin ventura,
que entrambas sienes me ha quebrado! ¡Ay triste!
Andrea: Sí, que no le tiraste.
Madrigal: ¡Ni por pienso!
Andrea: Pues, ¿de qué se lamenta el hideputa?
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He querido recurrir al gran Cervantes para presentar una receta cuyo nombre evoca tiempos lejanos de conquista...; unos bocados de coco y merengue con toques de vainilla que, personalmente, me parecen una delicia para tomar en momentos de absoluta debilidad. ¡¡Espero que os podaís resistir a la tentación!!
Bátelas enérgicamente junto con la sal hasta que adquieran consistencia, es decir a punto de nieve, usando una varilla eléctrica o batidora.
Cuando haya alcanzado el punto deseado, deja reposar el merengue unos minutos y comprueba que no queden restos de clara sin batir en el fondo para evitar que se baje.
Añade el azúcar glas lentamente y sigue removiendo para que quede bien integrado.
Cuando hayas añadido todo el azúcar, sigue batiendo hasta que la mezcla quede brillante y espumosa. Sabrás que el merengue ha adquirido la textura idónea cuando empiecen a formarse picos duros.Por otro lado, mezcla el coco rallado con el azúcar avainillado, la harina, la levadura y la esencia de vainilla. Añadir las yemas batidas y volver a mezclar bien.
Incorporar poco a poco esta mezcla de coco y azúcar al merengue. Remover con cuidado el conjunto y dejar reposar en frío mientras calentamos el horno a 180ºC durante 5-8 minutos.
Formar bolitas con la mezcla conseguida de 2 cm de Ø aproximadamente. Una vez usada toda la mezcla, batir la yema restante y pintar las
sultanitas.Rebozar en coco rallado e ir disponiéndolas sobre la bandeja fría del horno que estará forrada con papel.
Hornear a 160ºC durante 10-20 minutos o hasta que se doren ligeramente sin llegar a quemarse.
Dejar enfriar y ya están listas para disfrutarlas.