He de de confesar que Sunset Park me ha parecido el más flojo de los libros de Paul Auster que he leído hasta ahora. Mientras pasaba sus páginas me iba invadiendo la sensación de que el escritor ha improvisado una buena parte de la narración, ya que muchos de sus capítulos están claramente descompensados. Se nos describe pormenorizadamente algunos aspectos de los personajes que no vienen al caso respecto a la historia que se nos está contando y otros que verdaderamente interesan se tratan de manera superficial. Quizá sea, como apuntaron algunos compañeros, para hacer trabajar la mente del lector, para que él mismo sea quien complete ciertas acciones, ciertos pensamientos e intenciones. Puede ser. Pero lo que es evidente es que el final ha sido escrito con bastante prisa, como si quisiera cerrar la historia de cualquier manera, en forma de un círculo (porque parece que Miles no aprende nada de su experiencia) mal dibujado.
Es posible que una de las mayores dificultades de esta novela para el lector español sea la abundancia de metáforas relacionadas con el beisbol, deporte del que aquí existen escasos aficionados. Es como si un estadounidense leyera acerca de una acción que se compara con un gol por la escuadra o con un fuera de juego. Se sentiría algo confuso. Otro de los elementos que no me acaba de encajar es la presencia constante de Los mejores años de nuestra vida, la gran película de William Wyler, en diferentes momentos de la trama. ¿Es que el protagonista está tan desubicado en el mundo como los soldados que vuelven del frente una vez terminada la Segunda Guerra Mundial? Miles Heller no ha librado ninguna guerra. Más bien ha huido por no querer afrontar la responsabilidad de una acción desafortunada, cuyo resultado le ha creado un trauma que es incapaz de superar. Aunque ha alcanzado la madurez suficiente como para sobrevivir por sí mismo, no es capaz de dejar de autocastigarse, aún cuando la presencia de Pilar logre atenuar en parte su constante sentimiento de culpa. Sunset Park se deja leer, la escritura de Auster sigue siendo de calidad, pero deja una poderosa sensación de improvisación y superficialidad.