La portada.
No hemos leído Invisible (por lo menos, no yo) y ya Paul Auster anuncia un nuevo lanzamiento: Sunset Park. Y eso que anunció después de publicado Invisible que terminó exhausto, y que tomaría unas vacaciones. No andaba tan cansado y no tomó mucho sol. Al respecto de Sunset park, Antonio Lozano le pregunta al autor para la Revista Ñ:
¿Ahora los periodos de recuperación son más largos?
Sin duda. Para empezar, antes tenía la sensación de disponer de un cajón a rebosar de ideas para futuras novelas. Acababa una y, en un mes o dos como máximo, abría el cajón, cogía una y me sentaba a desarrollarla. Desde hace unos años, el cajón está vacío, me cuesta mucho más dar con el hilo del que tirar. Las ideas parecen caerme del cielo cuando en el pasado las maceraba durante años en la cabeza. Me puedo pasar seis o siete meses entre un libro y otro. Siempre me ha supuesto un gran misterio conocer su origen, rastrear su evolución dentro de mí, y ahora se añade la intriga del cambio de ritmo. Sin embargo, no me detengo. Tras un largo descanso desde que acabé Sunset Park, detecto que estoy a punto de arrancar con un nuevo proyecto.
¿Le aterroriza que algún día ya no salga absolutamente nada de ese cajón?
En absoluto. Hay tantas cosas diferentes por hacer..., ¿no?
¿Qué le condujo a escoger un barrio tan degradado como Sunset Park como escenario?
Cuando la economía empezó a colapsarse allá por el verano del 2008, no cesaba de encontrarme en las noticias con historias de gente que perdía su hogar. Decidí que quería escribir sobre alguien que es expulsado de su casa, tratar el tema de la desposesión. Una amiga que vive en Sunset Park me estaba dando un tour por el barrio cuando nos encontramos con una enorme casa abandonada que me llamó poderosamente la atención y de la que tomé muchas fotos. Para escribir siempre necesito contar con un espacio muy específico y delimitado sobre el que proyectar mi imaginación, aunque luego apenas aparezca en el libro o al lector le importe bien poco. Y en esa casa, que al poco demolieron, metí a mis okupas.
Al abarcar los sueños y los desengaños de tantos personajes de edades tan diferentes en la novela, parece que cada vez está más cerca de entender de qué va esto de la vida.
Bueno..., es que uno ha pasado por tanto y ha visto tanto..., tanta alegría y tanto sufrimiento... Cuando te haces mayor, tu preocupación por los demás crece contigo. Supongo que de una forma natural mis libros han ganado en mirada compasiva. De joven no puedes entender a los mayores porque no has experimentado lo que ellos, de manera que te desentiendes. Por el contrario, la mayoría de la gente con la que trato ahora es más joven que yo, lo que unido a tener una hija en la veintena me ha permitido seguir interesándome por la juventud.