Y a todo esto, él no sabe qué hace ahí. No es ni soldado ni nadie importante, es alguien que está haciendo su trabajo. Pero da igual, es un extranjero -americano para más inri- y con eso basta. Es un objetivo. Sin más. Porque, como dice uno de los personajes, casi virtuales, de la película: [secuestrar] es el único negocio que funciona aquí.
Si algo marca a “Buried” es el riesgo. Su idea es buena, original y, en principio, parece imposible llevarla a la pantalla, pero Rodrigo Cortés lo hace. Y con un par. ¿La originalidad? Un escenario mínimo -un ataúd- y un único actor, durante noventa minutos. Y lejos de hacerse aburrida -aunque hay ratos y ratos- mantiene la tensión hasta el final, con giros argumentales hábilmente enzarzados que logran mantener el ritmo sin dar demasiadas pistas sobre lo que va a pasar más adelante. ¿Cómo lo consigue? Técnicamente, con ángulos de cámara y planos aparentemente imposibles de conseguir. Y todo esto sumado a un guión eficaz y resultón.
En el papel protagonista nos encontramos a Ryan Reynolds (Blade: Trinity, Ases Calientes, Adventureland) que cumple con bastante solvencia, teniendo en cuenta el corto espacio de actuación. Con él, vamos avanzando por los diferentes estados por los que va pasando el personaje, y nosotros, de paso: confusión, desesperación, aceptación…
Algo que me ha gustado de la película es la crítica que hace a las grandes multinacionales que se reparten, en este caso, los restos de un país arrasado como es Irak. Según va avanzando el metraje, se suceden conversaciones cada vez más exasperantes y demoledoras, rayando en la mezquindad, cuyo máximo exponente es la conversación -grabada- que tiene el protagonista con la empresa para la que trabaja. Éste es, para mí, el pasaje más desolador de todos. Aquí es cuando el protagonista se da cuenta de lo que las personas importan para estas grandes multinacionales: N-A-D-A.
Otro punto fuerte del film es su final. Cortés tiene el coraje de plantear un final nada amable ni complaciente con el espectador. Es duro, angustioso y totalmente alejado del típico final previsible y simplón que suelen inundar las pantallas.
Pues bien, “Buried”, pese a sus virtudes, que no son pocas, no me ha llegado a convencer del todo. No sé si es que tenía muchas expectativas puestas en ella, pero nunca he llegado a entrar en la película del todo. Algo no me encajaba. No sabría explicar muy bien el qué. A veces pienso que le falta fuerza, empaque; otras, que la trama es demasiado inverosímil, demasiado forzada, para acabar cuajando.
En definitiva, creo que está un poco sobrevalorada y que, sinceramente, la película no es para tanto, aunque, sin ningún tipo de duda, es de lo mejorcito que se ha hecho por estos lares en el pasado año. Lo cual, diréis, no es muy difícil. Touché.
Aquí acaba mi opinión. Ahora os toca a vosotros.