En el verano de 1979, un grupo de amigos de un pueblo de Ohio son testigos de un catastrófico accidente de tren mientras ruedan un corto sobre zombies. Tras librarse por poco, pronto descubren que no fue un accidente. Poco después, comienzan a sucederse en el pueblo una serie de extrañas desapariciones y de sucesos inexplicables, y pronto descubrirán que la verdad es algo más terrorífico de lo que ninguno de ellos podía imaginar...
Está claro que J.J.Abrams trata de pulsar algunos resortes de nuestra memoria cinematográfica para crear cierto sentimiento de nostalgia ante el tipo de cine mencionado con anterioridad y que se circunscribió casi exclusivamente al periodo de tiempo que abarcaba los años '80 y comienzos de los '90. Numerosos son los guiños a dicha época, aparte de haber encuadrado Super 8 dentro de un periodo de tiempo muy concreto (finales de los años '70), dotando a la película de un maravilloso aire retro cuidado hasta el extremo tanto en vestuario como en escenarios, decorados y puesta en escena. En ese sentido, nada que objetar, exceptuando lo prefabricado y teledirigido de la apuesta por conmover desde la nostalgia y el recuerdo.
Disfruté de lo lindo con la actuación del grupo de jóvenes protagonistas, en especial de una Elle Fanning que promete bastante en esto de la actuación y se come cada plano en el que aparece. El joven reparto se muestra suelto y con desparpajo a la hora de interpretar a un grupo de amigos que en mitad de una situación límite y dramática comienzan a sentir el despertar de una serie de sensaciones desconocidas para ellos, como el primer amor, el sabor que deja en la boca el perdón o la pasión por el mundo del cine, personificada en Charles (interpretado por un genial Riley Griffiths), personaje que me encantó y que a buen seguro tiene un marcado carácter autobiográfico por parte de J.J.Abrams.
Poco voy a comentar de los efectos especiales, espectaculares por momentos (a destacar la escena del accidente y descarrilamiento del tren militar) y casi a la misma altura que la cuidada fotografía o el sensacional sonido, coronado todo ello por una banda sonora que estoy casi seguro estará muy presente en la próxima edición de los Premios de la Academia de Cine de Hollywood. Michael Giacchino ha concebido una partitura realmente conmovedora y grandilocuente a la vez, que en muchos momentos me ha recordado a la música que fielmente nos acompañó mientras disfrutábamos de Lost (Perdidos).
Sé que a muchos de vosotr@s os habrá parecido un fiasco, que muchos habeís entrado al cine con unas expectativas que Super 8 y J.J.Abrams no han podido o no han sabido colmar, pero a mi la película sí me ha llegado y me ha entretenido. Reconozco que está concebida como un pastiche de sensaciones y articulada en torno a una serie de situaciones ya vistas en anteriores películas, que juega descaradamente la baza de la nostalgia o que incluso la acción va de más a menos hasta llegar a un desenlace poco creible o, cuando menos, discutible, pero no se le puede negar que está rodada de manera magistral (con escenas espectaculares como la ya mencionada del descarrilamiento del tren o la del ataque de la criatura al autobús militar) y que supone un oasis en el desierto en el que poco a poco se ha convertido el panorama cinematográfico actual, donde las salas sólo proyectan comedias románticas de medio pelo o películas de vampiros que brillan embadurnados en purpurina. A mi me ha parecido un atractivo cóctel entre una monster-movie y una aventura juvenil a la vieja usanza, con la guinda en los créditos finales de The Case, el corto que en la propia película se encontraban rodando nuestros protagonistas, todo un homenaje a la serie B y al cine de zombies (impagable el homenaje a papá Romero, colocándole su apellido a la fábrica de productos químicos en la que se inicia la epidemia en el corto).