¿superávit de superhéroes?

Publicado el 29 abril 2016 por Jaimebarber @EverettMagazine

La sobrepoblación de producciones basadas en cómics que se estrenan en 2016 tendrá consecuencias darwinianas: solo los más aptos sobrevivirán.

En poco más de una década, el cómic de superhéroes ha pasado de ser una afición minoritaria a convertirse en una industria capaz de generar miles de millones de dólares en taquilla y venta de productos derivados. Este fenómeno se debe en gran medida al ambicioso planteamiento de Marvel y su complejo universo cinematográfico, seguido de cerca por la DC de Warner Bros así como los estudios Sony y 20th Century Fox, propietarios de los derechos cinematográficos de Spider-man y los X-Men, respectivamente. La moda está alcanzando su cima en este 2016, cuando se estrenan hasta siete películas inspiradas en cómics, además de varias producciones televisivas. Demasiadas propuestas para un mercado que difícilmente puede crecer más.  Pronto los estudios comenzarán a luchar  por un recurso limitado: la atención del espectador ante un género sobreexplotado.

A día de hoy, el público sigue respondiendo bien a casi cualquier producto. El pasado año, Ant-Man logró un éxito nada desdeñable para un personaje de tercera fila como es el Hombre Hormiga. En marzo, Deadpool batió todos los récords de recaudación de una película para mayores de 18 años, además de revitalizar el formato con su humor transgresor. Recientemente, Batman v. Superman logró un impresionante estreno e inauguró lo que parece un reflejo del enfrentamiento por la taquilla: el argumento de esta y otras propuestas de 2016 consiste en la lucha de los protagonistas no contra maquiavélicos supervillanos o invasiones alienígenas hostiles, sino contra otros compañeros superhéroes.

Todos contra todos

En Batman v. Superman: El Amanecer de la Justicia, ya el título es engañoso porque los héroes no luchan por ningún noble fin. Aquí el gran enemigo de Superman no es Lex Luthor, sino un fanático Batman que nos hace dudar de su cordura. El personaje, que siempre se nos presentó como un agudo detective, aquí no es más que una violenta masa de músculos atemorizado ante el poder del último hijo de Krypton. Superman, por su parte, es más alienígena y distante que nunca y no muestra gran interés en defender “la verdad, la justicia y el modo de vida americano”. Los padres fundadores de algo llamado Liga de la Justicia simplemente parecen ansiosos por matar a golpes todo aquello que no consiguen entender.

El fracaso ético que de la película de Zack Snyder tiene su contrapartida en la pequeña pantalla. En el Daredevil de Netflix, el Diablo de la Cocina de Infierno se enfrenta a dilemas morales similares a los que deberían plantearse -pero nunca se plantean- en Batman v. Superman. Matt Murdock considera su actividad -hostias a granel- como acción ciudadana contra el crimen. Un nuevo justiciero arroja dudas sobre esa actividad con una filosofía mucho más radical: “Cuando yo les golpeo, no vuelven a levantarse”, dice El Castigador. Asistimos a un enfrenamiento de ideas y métodos que parecen muy alejados, aunque son muy similares. Esta ambigüedad trastoca la autoconfianza del protagonista y su relación con sus amigos y colaboradores. Aunque la reflexión no esté a la altura de un ensayo de Umberto Eco, al menos hay un desarrollo coherente de los personajes frente a una crisis de valores.

Una cierta dialéctica previa dota de significado al “zash, boom, crash” intrínseco al cómic de superhéroes. En Marvel llevan ya mucha dialéctica pero empiezan a necesitar un poco de “zash, boom, crash” para reducir el personal disfrazado. Desde el estreno de Iron Man en 2008, el número de personajes no ha dejado de crecer: Capitán América, Thor, Hulk, la Viuda Negra, Ojo de Halcón, Nick Furia, el Soldado de Invierno, War Machine, la Bruja Escarlata, Mercurio, la Visión los cinco Guardianes de la Galaxia, Ant-Man y Pantera Negra, además de cada villano, personaje secundario y aquellos repartidos en distintas series de televisión (Daredevil, Jessica Jones, Luke Cage y los Agentes de S.H.I.E.L.D). Lejos de frenar, el crecimiento parece acelerarse y poco a poco irán llegando el Dr. Extraño, el nuevo Spider-Man, Iron Fist, Capa y Puñal, la Avispa y la Capitán Marvel. ¡Marvel necesita un control de natalidad! ¿Será esa la razón de ser de Capitán América: Civil War?

La tercera entrega del héroe abanderado es una continuación lógica de la estupenda El Soldado de Invierno y de Los Vengadores: La era de Ultrón. La película trata sobre cómo los gobiernos querrán limitar el peligroso libre albedrío de los superhéroes. Sería una buena noticia que esta película sirviera también para limitar la cantidad de estrenos en pro de la calidad. No cabe duda que Marvel es capaz de ofrecer un fantástico entretenimiento familiar de calidad y sus personajes ocupan hoy el lugar que en el pasado correspondió a Indiana Jones, Marty McFly o los Cazafantasmas. Sin embargo, abusa de las historias de “origen” y con frecuencia se echa en falta de un rival a la altura de los carismáticos héroes. A sus argumentos les falta un poco de diversidad genética y, si no se le pone remedio, puede llevar a un callejón sin salida evolutivo.

El darwinismo, por cierto, entronca bien con el próximo lanzamiento de 20th Century Fox: X-Men Apocalypse. El villano del título (interpretado por un carnavalesco Oscar Isaac) eleva las teorías de Darwin a niveles épicos para hablar de la supremacía de los mutantes, pero ¿cómo se desarrolla la trama? Efectivamente: héroes contra héroes.  Bajo el nombre en clave de Los Jinetes del Apocalipsis (¿por qué suena mucho menos ridículo en los cómics?), los rivales de los X-Men son en realidad Tormenta, el Arcángel, Mariposa Mental y Magneto. Es decir, los X-Men. El resultado es predecible, pero no tanto el futuro de la franquicia: ¿sobrevivirá tras el inminente adiós de Hugh Jackman?

Futuro incierto (para todos)

¿Cuándo se cansará el público de ver morir por enésima vez a los padres de Bruce Wayne? ¿O de aguantar otra invasión de alienígenas o robots o cualquier cosa que supere en número a Los Vengadores? El evolucionismo apunta que la supervivencia de una especie depende de su capacidad de cambiar para adaptarse a nuevos entornos, a nuevas exigencias. Marvel, DC y compañía esperan aplazar la decadencia del género introduciendo variantes como el humor (Deadpool, Escuadrón Suicida), protagonistas femeninas (Wonder Woman, Capitán Marvel) o entornos exóticos (Aquaman, Pantera Negra). Sin embargo, el tic-tac de Darwin seguirá sonando y la selección natural se cobrará su parte. Primero caerán personajes y después estudios. Finalmente, como ya le ocurrió al western o al cine musical, los superhéroes tendrán que enfrentarse de igual a igual a todo ese otro cine que aguarda pacientemente a que el público le devuelva su favor. Quizá tener superpoderes no baste para ganar esa pelea.


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