Superhéroe: el Capitán Escudo

Publicado el 13 abril 2015 por Iván Rodrigo Mendizábal @ivrodrigom

Por Iván Rodrigo Mendizábal

Habría que recordar que el mito del superhéroe es actual, por lo menos desde que hiciera aparición en el medio americano Superman. Se trata del mito del ser que tiene superpoderes, capaz de enfrentarse al mal radical y vencerlo. Este hecho, si bien también tiene sus raíces en los mitos clásicos y culturas antiguas, en el contexto americano implica una figura identitaria con la cual los lectores tendrían que subsumirse, pero sobre todo, tendría que ser el referente por medio del cual la nación americana se autoreferencia como poderosa. La presencia del superhéroe, empero, a diferencia de los héroes míticos o de los personajes referenciales milenarios, esta vez es tratada dentro del género del cómic, expresión esta de la cultura visual popular. El cómic, por esta razón, en un momento se tornó como el eficaz vehículo para llegar a la conciencia de las nuevas generaciones, desacostumbradas de la lectura o desatendidas por la educación formal, con la finalidad de inculcarle valores.

Quisiera detenerme justamente en este hecho: en el superhéroe por cuya representación se transmiten valores. Cabe señalar que el cómic más contemporáneo no necesariamente cumple con la premisa “socio-pedagógica”, puesto que en su entorno han aparecido ya no héroes, sino antihéroes, seres desencantados, las propias representaciones del “mal” como si fueran los nuevos elementos de una cultura que ha perdido sus referentes tradicionales. Los personajes de los cómics actuales parecería que cumplieron con la premisa de la decapitación cultural de la idea de la autoridad y, como tal, del padre. Pero este asunto es tema para otro momento.

Se podría decir, en sentido general, que el superhéroe es la representación ideológica de algo que preocupa y que la propia sociedad pareciera hallar en él la respuesta. La preocupación es, en este sentido, por la pérdida de las libertades y la posibilidad de volver a retomarlas siempre y cuando exista la ley justa encarnada –en alguien– que la pueda lograr: el superhéroe llevaría, así, la carga moral autoimpuesta para cumplir con ese deseo, si se quiere, social. Por lo tanto, la condición para que imaginariamente eso se cumpla es la autoimposición de la máscara, medio por el cual un ciudadano cualquiera se convierte en un superhéroe. La máscara define la personalidad del héroe dándole una identidad nueva, es decir la autoridad necesaria e imponente para cambiar el orden de las cosas. La máscara, asimismo, vendría a dotar el héroe del poder necesario para enfrentar lo que con el rostro común no se podría hacer. La máscara implica poder y también un valor agregado.

Veamos el caso ecuatoriano del Capitán Escudo, personaje y cómic a la vez, creado para niños. Era parte de las páginas del diario El Metro y hoy es la figura central de la revista Elé.

El Capitán Escudo es eso que representa: un superhéroe vestido con los colores de la bandera nacional de Ecuador. Su capa, de hecho es la propia bandera. Su máscara es negra y representa a un cóndor andino. Tiene guantes y botas. La expresión de su rostro lleva la contundencia del personaje que encarna: un símbolo.

Su misión es enfrentarse a la “Liga de la maldad”, la cual estaría conformada por un grupo de individuos dentro de la sociedad ecuatoriana que ofenden o que se burlan de la vida, de la convivencia, del buen ciudadano ecuatoriano. Precisamente en una “entrevista” que le hace la revista Elé al capitán –porque el Capitán Escudo es “real”–, publicada en su página web: “La esquina del Capitán Escudo”, el superhéroe manifiesta que no le gusta que le maltraten, por lo cual, su misión, en primera instancia, es la ir contra esa “liga” de “expertos en ofensas y burlas”; pronto señala que “nunca debemos permitir que las palabras de otros, sus burlas o groserías nos hagan sentir menos”. La misión, por lo tanto, es moral, pero lo interesante del caso, es que el Capitán alecciona puesto que “encarna” el mismo sentir de los ciudadanos ecuatorianos, hecho que comienza con la posible disminución del niño frente a la realidad. Pero luego también está la disminución del buen ecuatoriano por esos seres terribles que no solo hablan burlanomante sino que además hacen daño por su propia condición.

De este modo la liga aparece compuesta por seres que tienen nombres ligados a la realidad social –y política– del país: Injustixia, Violentor, Corruptus, Contaminator, Doc Magogo… Luchar contra ellos es, básicamente, imposibilitar que se “apropien” del país, no obstante sus figuras están presentes en la realidad de todos los días de forma amenazante. Es evidente, por lo tanto, la intencionalidad que está detrás del superhéroe ecuatoriano –y de quienes lo diseñaron–, pues su trabajo es salvífico, enfrentando a esos personajes corrientes y poderosos que hacen daño a la institucionalidad y socialidad de Ecuador. En este contexto, el Capitán afirma en la entrevista:

“Capitán: Ellos saben lo rico que es nuestro país y lo buena que es su gente. ¡Qué no darían por tener el talento, la valentía y la fuerza de los ecuatorianos y ecuatorianas a su servicio! Han hecho de las suyas en muchas partes del mundo, en diferentes épocas, pero como Ecuador no se deja… ¡para ellos es un inmenso reto!”

Lo que quiero resaltar en este post es que el superhéroe se presenta como el símbolo de lo positivo frente a los elementos negativos y destructivos presentes, que desde tiempos antiguos han minado toda la institucionalidad nacional, elementos que aún no se han destruido. El posicionamiento del Capitán Escudo –y del Elé– es, por lo tanto, el de la reivindicación de los valores, esos que no se deben olvidar, esos que hacen a la convivencia sana, al buen vivir y a la institucionalidad democrática fortalecida.

Y vuelvo acá a la característica primordial que hace al superhéroe: mediante su identidad determinativa enfrentar el mal superior, pero también lograr restablecer lo perdido, la libertad. Slavoj Zizek, al referirse al caso de Los pájaros de Alfred Hitchcock –en Mirando al sesgo: una introducción a Jacques Lacan a través de la cultura popular (2000)– habla de la corporización de la “discordia en lo real, [de] una tensión irresuelta en las relaciones intersubjetivas” (p. 164-165); en el caso del film, los pájaros son como la plaga que que encarnan a su vez una tensión de las relaciones al interior de la familia. Esta idea es pertinente también en el caso del superhéroe, sea este Superman o Capitan Escudo. Ambos simbolizan, interiorizan el ser nacional o el ser institucional que aún se sabe nacional. El Capitán Escudo interioza ese sentir de lo que podría ser la familia ecuatoriana frente al mal exterior que mina la estructura interior de la institucionalidad estatal y democrática de la cual forma parte, a la que da deposita su confianza; entonces, este ser superhéroe que inviste lo institucional pone coto a los desmanes de esa plaga que ataca y contamina, que engaña y se apropia de lo que no le corresponde. Tal plaga, si leemos la entrevista ficticia opera sobre la necesidad de ser amos de Ecuador, engañan a la ciudadanía haciéndose pasar por amigos, cobran favores pero también son traicioneros entre sí mismos.

Restablecer la libertad de respirar, de convivir en plenitud, en tener confianza por lo tanto implica hacer idealmente lo que todo ciudadano debe hacer. Decía líneas atrás, entonces, que Capitán Escudo es un símbolo. Leamos la autodescripción de este personaje en la referida entrevista:

“Mi traje es un símbolo. El Escudo Nacional refleja muchos aspectos de nuestro país. Yo trato de representar lo mejor del Ecuador, sus regiones, su riqueza natural y su gente. Quiero que todo el mundo sepa que soy ecuatoriano y que estoy muy orgulloso de serlo”.

Se trataría de un superhéroe nacional, representación de Ecuador, de su riqueza natural y del capital social existente; asimismo se muestra orgulloso de ser ecuatoriano. Es una nacionalista. En otra entrevista, también publicada en su página web: “La esquina del Capitán Escudo”, a la entrevistadora Lupita le dice: “No soy un superhéroe de farándula… soy un luchador del pueblo”. Luego más adelante reafirma y encarna lo que es ese pueblo como superhéroe:

“Hay muchos héroes y heroínas en el país, de todas las edades, de todas las etnias… muchas personas luchan día a día por ser mejores, son entusiastas y enfrentan la maldad y la injusticia”.

Para ser superhéroe, aparte de la máscara, se requiere de los superpoderes. Superman adquiere su superpoder de la kriptonita, o en su caso, al ser un ente procedente del espacio exterior, ya viene cargado con ese poder que le provee ese mineral. El Capitán Escudo es local, no procede del espacio exterior, no se alimenta de minerales extraños; tiene para sí los superpoderes primigenios de la naturaleza de un ecuatoriano comprometido con la causa; según la entrevista: “entusiasmo”, “inteligencia”, “apoyo de la ciudadanía”, o sea, “él es”; en cierta ocasión, dice que:

“Cuando debí luchar contra Megacorruptus (monstruo formado por la fusión de Corruptus e Injustixia), viví una experiencia muy especial y recibí poderes especiales: más fuerza, valor, capacidad de emitir un escudo protector, nuevas armas, más destrezas. Volví a hacer uso de esos poderes para combatir contra Violentor. Necesito esos refuerzos ante enemigos especialmente poderosos”.

Los superpoderes, por lo tanto, son armas de refuerzo. Y eso es interesante porque el ejercicio de la violencia simbólica contra el mal no son las propias armas sino la inteligencia estratégica que tenga el superhéroe. El propio Capitán Escudo señala que las verdaderas “armas” del superhéroe son otras: “…la sinceridad, la solidaridad, el trabajo honesto, el deporte, la sana competencia, la creatividad”.

Finalmente habría que decir que el superhéroe anticipa la naturaleza de la ciencia ficción en el presente. Darko Suvin en Metamorphoses of Science Fiction: On the Poetics and History of a Literary Genre (1979). plantea que la ciencia ficción supone un tiempo empírico diferente del real, escapando de la mímesis instalada en la literatura realista (p. viii). El modo de darse ese tiempo empírico es mediante el extrañamiento cognitivo para establecer el novum, algo que es nuevo, un mundo posible. En el caso del Capitán Escudo y sus aventuras contra el mal institucional superior, lo que hace es hacer aparecer a sus representantes como seres sacados del plano exterior, como invasores, como plagas que tienen rostro; el mundo posible que muestran las aventuras son las de un Ecuador como mundo posible penetrado, contaminado por estas plagas. Por lo tanto, no necesariamente se trata de proyectar los problemas al mundo futuro, sino que actualizarlos en su propia realidad, es decir, presentificarlos. Y he aquí el valor de este superhéroe.


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