Hace unas semanas estuvimos en una sesión de trabajo con uno de nuestros clientes cercanos, y a propósito de esta reunión, tuvimos una conversación que gatilló en mí un cuestionamiento respecto de los superhéroes. Si bien no llegué a enamorarme completamente de estos personajes, tuve uno a quien admiraba. Hoy al parecer existe una necesidad de identificarse con un superhéroe o de buscar el que está dentro de nosotros, es lo que he podido encontrar en algunos artículos.
Algunos piensan que un superhéroe es una fantasía que responde a nuestras frustraciones, a aquello que no pudimos lograr o hacer realidad, ya sea porque no fuimos lo suficientemente valientes para actuar o porque no nos creíamos capaces. Entonces, inventamos a un otro que cuenta con poderes extraordinarios con una personalidad atractiva, visionario(a), inspirador(a), brillante, confiable y con una batería de herramientas que encierran lo necesario para poder realizar aquello que siempre soñamos y no pudimos cumplir. Es todo lo bueno puesto en alguien allá fuera…
¿Podría ser riesgosa esta mirada? Pues sí, probablemente nos aleja de la posibilidad de hacernos cargo nosotros mismos de aquello que es necesario hacer. El punto es que hoy ya adultos no podemos esperar que ese ser fantástico a quien admirábamos llegue mágicamente y nos salve de ciertas situaciones. Eso no va a pasar, lo que sí podría pasar es que si le entregamos esta responsabilidad a alguien allá afuera, nos estamos restando poder a nosotros mismos; poder para actuar, para tomar acción y salir de aquella situación, para cambiar, para generar un quiebre y virar hacia un rumbo distinto.
¿Deberíamos ser nosotros mismos los llamados a ser nuestros propios “superhéores”? Como dicen Margaret Wheatley & Deborah Frieze en su artículo: “Leadership In the Age of Complexity: From Hero to Host”; es tiempo de dar cara a la verdad sobre nuestra situación, basta de idealizar, basta de sentir que nosotros no podemos cambiar nuestra realidad, basta de ser pasivos y dependientes. Seamos los anfitriones de nuestra vida.
Pero todo extremo es una invitación a vivir la distorsión de aquello, si este “superhéroe” que está dentro de nosotros, se cree excesivamente poderoso, casi perfecto, con “superpoderes” -que escapan de todos los mundos- nos hará vivir momentos de turbulencia, de estrés, nos hará tomar mas iniciativas o proyectos de los que en realidad podemos gestionar. Nos llevará a utilizar el multitasking como una forma de querer abarcarlo todo en menos tiempo, nos hará sentir que somos los únicos que podemos salvar una situación, a una persona o al mundo y que nuestros estándares de trabajo son inigualables. De ser es así, pues estamos viviendo la distorsión, cuando juegas este juego le restas tiempo a los tuyos, el costo de permanecer en ese estado “superpoderoso” es muy alto emocionalmente, y por no querer sufrir, pues terminamos sufriendo más aún, nos enrolamos en un círculo vicioso del sufrimiento y la insatisfacción.
Si con el tiempo te olvidas de tu calidad de vida por querer ser reconocido como el “superhéroe” entonces no vale la pena serlo, porque pronto necesitarás uno para ti. La invitación es a vivir la coherencia, no puedes salvar al mundo si no eres capaz de salvarte a ti mismo, no puedes querer cambiar tu entorno si no partes por cambiar tú primero.
El desafío está nuevamente en el equilibrio, no enmarcarnos en querer solucionarlo todo y ser salvadores del mundo; y tampoco replegarse y esperar que llegue ese gran virtuoso a salvarnos resignándonos a vivir una postura pasiva y dependiente.
Autora Cynthia Ordoñez
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