Superhombres según Nietzsche.

Publicado el 21 marzo 2019 por Carlosgu82

El hombre aspira a ser cada vez mejor, a dar diario nacimiento a sus potencialidades. Cuando fracasa en su  intento de ser creador y se resigna a su fracaso, es entonces cuando busca dominar ya no sobre sí mismo, sino sobre los demás seres y cosas.

El superhombre según Nietzsche es aquel que siendo dueño de sus actos y pensamientos, se gobierna así mismo, sin necesidad de pertenecer a un “rebaño” y ser guiado y manipulado. En su obra “Así hablaba Zaratustra” nos dice que pertenezcamos fieles a la tierra y no creamos en aquellos que nos hablan de esperanzas ultraextraterrestres. En vez de resignarnos, de entregarnos y ser demasiado humanos adorando la perfección, podríamos tratar de mejorar y perfeccionar nuestra vida en este mundo. Para entender todo esto se debe ser íntegro en las cosas del espíritu, hasta la dureza, para poder soportar la austeridad y la pasión. Adaptare a vivir en plena soledad, lejos de aquella sociedad ruidosa y ser claro de la despreciable charlatanería de la política  y del egocentrismo de los pueblos. Crearse indiferentes hasta para con nosotros mismos ¿Qué importan los demás? Los demás no son más que solo humanidad, en espíritu, en energía y desdén.

Para Nietzsche todo lo bueno “es aquello que eleva en el hombre el sentimiento de potencia, la voluntad de la potencia, la potencia en sí” ¿Y lo malo? “Todo aquello cuyas raíces residen de la debilidad.

Hablar sobre el progreso del hombre hoy en día no es más que una idea falsa, algo que la sociedad que se dice ser moderna nos ha hecho creer.  Desarrollarse no significa de ningún modo elevarse, realzarse o fortalecerse, es aún más que eso.

La religión ha venido para la humanidad no para fortalecerla o hacer de ella algo mejor, solo nos ha empeorado, nos ha reprimido en una ideología que solo busca sacarnos provecho en todo lo que queramos hacer. Ha hecho una guerra a muerte al tipo superior del hombre que deberíamos ser, ha proscrito todos los instintos fundamentales de ese tipo de hombres y ha destilado de esos instintos el mal y lo malo. Para la religión el hombre fuerte y consiente ha sido considerado reprobable; más sin embargo el hombre aquel que se ha dejado marchitar y pone su mejilla izquierda cuando le han bofeteado la derecha es ese hombre al que admiran ¡Qué ironía!  El cristianismos apoya todo lo débil, todo lo bajo, todo lo fracasado, formando un ideal que se opone a los instintos de conversación de la vida fuerte, y que ha echado a perder la razón. Enseñar los valores superiores a la inteligencia no son más que pecados, extravíos y tentaciones.