El último hijo de un planeta extinto, defensor del planeta Tierra, capaz de realizar increíbles y asombrosas hazañas con sus fantásticos poderes. Puede volar y las balas son incapaces de derribarle, aunque sí de pararle un poco. No, no es Superman, es nuestro vecino Superlópez.
Parece mentira que todo empezara con una parodia, una versión cómica del gran héroe de DC. Algo que no era realmente novedoso y que ya tenía sus versiones en el país de origen del aventurero, pero lo que comenzó siendo poco más que un chiste es ahora más grande que el original.
Los arquetipos no son humanos. No van al baño, no duermen y no tienen defectos. Son, en su concepción, perfectos dentro de lo que se les exige ser. Por eso mismo Superman puede sufrir grandes dramas o volver de entre los muertos, pero nunca veremos que se queje por tener que salir a defender el bien o que las balas le hagan daño, aunque no logren detener su avance. Nada de eso es posible, ya que es el héroe por excelencia y por tanto los defectos no son algo que hagan mella en él.
El hombre de acero no duda, siempre sabe la elección correcta (algo que se ha repetido muchas veces en las viñetas) y es una fuente de inspiración para todos los demás, casi llegando a un complejo mesiánico que si bien él no padece, los demás parecen tenerlo respecto de su figura.
Pero esto no es así con la otra personalidad de Juan López. Él puede confundirse y pedir un billete de metro en lugar del desayuno, se chocará mientras vuela y los villanos parecen ya viejos amigos que se han portado mal, sí hay malvados genios como Escariano Avieso que a pesar de su inteligencia desbordante es, viva la genialidad para reírse de un tópico, tremendamente despistado.
Mención aparte merece Al Trapone, que lejos de ser Lex Luthor (quizá el delincuente original, y con todo es más una idea que un hecho) se presenta como un ladrón venido a más, algo muy alejado del elegante empresario que quiere terminar con la vida de Superman. Cierto es que él también desea quitarse a Superlópez del medio, pero no es por ninguna obsesión de megalómano, sencillamente es que le impide dar sus golpes y enriquecerse. Y punto.
Jan, padre de Superlópez y Pulgarcito
Un momento de reflexión hay que dar también para Jaime Olsen y Luisa Lanas, nombres que parodian a sus predecesores americanos de los que tanto se han alejado. Ella es la eterna novia del héroe, aunque más bien es que parece que este no tiene ganas de casarse, además de tener por ahí ya un par de hijos gemelos. Morena, con carácter o más bien con bastante mal genio, aunque siempre adore a su querido Juan, ya que no sabe que son la misma persona.
Tampoco lo sabe el joven pelirrojo, que tiene menos edad que el protagonista y al que vemos de botellón, de fiesta por los bares y ligando con chicas de su edad. Por supuesto metiéndose en problemas, pero más por casualidad que por otra cosa.
Y llega el turno de él, del aventurero que da título a los tebeos. Un hombre de mediana edad, que debería ser interpretado en el cine por Imanol Arias, que se pone un traje azul para recordar que tiene super poderes con los que combatir el mal, y canas, tienes cana.
Parece una tontería pero esto es algo importante. Si tomamos otros personajes del tebeo patrio, y tendré que ir a Mortadelo y Filemón para estar seguro de que todos sabemos de quiénes hablo, veremos que el tiempo no pasa por ellos. No están más gordos o menos, no cambian de forma de vestir y viven en un limbo en el que pasado y presente se mezcla con alegría y salero. En cambio en la obra de Jan la ropa se va adecuando a las épocas, y si en los comienzos Juan López iba con un traje oscuro y corbata en nuestro tiempo luce más desenfadado, con una americana clara y una camisa azul.
Las aventuras que han pasado si tienen visos de continuidad y él luce canas, aunque no sus réplicas robot. Esto es un reflejo de la genialidad de Jan, del saber hacer que tiene en su obra y en las historietas que protagoniza Superlópez, en las que el día a día de la sociedad no es ajeno. Sorprende que una persona con discapacidad auditiva pueda estar tan al día de las expresiones que se usan, no solo la gente de su edad, también la juventud y no haciendo que sean ridículas o desactualizadas (bien podría dar lecciones a unos cuantos periodistas).
Me gustaría terminar este artículo, pero no puedo, no sería justo hacerlo mientras la mente de su creador siga haciendo de las suyas y ese señor con un pijama blau grana (no olvidemos que es de Barcelona) siga surcando los cielos.
Doc Pastor