`Superman IV´ -El día que al Hombre de Acero le salió caspa

Publicado el 22 marzo 2012 por Cinefagos

Llevo unos días revisando las primeras películas de Superman. Ví la primera, dirigida por Richard Donner, la segunda de Richard Lester, y hace unos días me salté la tercera entrega y fuí directamente a por la cuarta, al ser la que menos recordaba. Sabía, porque todavía tenía en mente su “esencia”, que era cutre y casposa, malilla a más no poder. Bueno, ahora puedo volver a decir que era eso y más. Superman IV: En Busca de la Paz no ha perdido un ápice de lo que fué en su momento. Una tontez supina e indigna que no hacía justicia a uno de los grandes personajes de cómic. Y eso que la anterior ya había hecho bajar unos cuantos enteros en cuanto a las adaptaciones cinematográficas del Hombre de Acero.

Y no, no le sentó nada bien a Reeve, Hackman y Kidder la mano de la productora Cannon Group, en absoluto.

El personaje, tanto en su vertiente heróica como en la humana, está totalmente perdido, no hay misticismo ni nada por el estilo. Es como si Cannon Group hubiese querido hacer una caricatura y tirar por la borda el trabajo hecho por Donner y posteriormente por Lester. Incluso los efectos especiales dieron un bajón considerable, algo que se notaba a las primeras de cambio.

Pero claro, había alguien detrás de todo esto, aparte de la mencionada productora, que no era precisamente una garantía de calidad, Sidney J. Furie. Del cual tan sólo guardo un buen recuerdo por haber filmado El Ente. Así que entra dentro de lo normal que la última película de Superman protagonizada por Christopher Reeve fuese un fiasco en toda regla. Sólo recordar a Furie y sus entregas de Águila de Acero me pone la carne de gallina, y no precisamente de la emoción.

Si un año antes (Star Trek IV -Misión Salvar la Tierra -1986-)la tripulación del Enterprise se dedicaba a salvar algunas ballenas viajando en el tiempo (más concretamente en nuestra época) para que, cuan efecto mariposa, el futuro no acabase teniendo consecuencias negativas, ahora le tocaba a Superman que un crío le diese un tortazo -no literal- para recordarle que él solito tenía que acabar con todas las bombas nucleares que poblaban el planeta Tierra. Estamos pues, ante la conciencia social, tanto por lo nuclear como por lo ecológico. Como es evidente, la humanidad hace oídos sordos a cualquier cosa y seguimos erre que erre a lo nuestro, así que cualquier día pasará ALGO GORDO y acabaremos mendigando por un poco de agua o un rollo de papel higiénico mientras unos “smokers” o un tío con máscara de Hockey sobre hielo nos hacen la vida imposible. Más agorero no puedo ser, que conste.

Si hay algo que tiene de positivo, siendo condescendientes y tomándonoslo a cachondeo puro y duro, Superman IV es su  absoluta falta de vergüenza. No la hay por ningún lado, y eso es posiblemente lo único -y cogido con pinzas- que hace que su visionado sea algo ¿recomendable?.

Por una parte tenemos las tomas aéreas de Superman que se repiten constantemente. Es decir, que siempre es la misma pero en diferentes escenas. Una forma de ahorrar dinero como otra cualquiera. Luego, quizás una de las cosas más graciosas, es la fórmula que emplea Superman para hacer desaparecer el arsenal nuclear. Sueltan los pepinos, él los recoge y los lleva a una gigantesca red de pescador que él mismo ha ubicado fuera de la órbita terrestre (arriba la foto para que veáis que lo que digo es algo real, ridiculillo pero real). Así que cuando ya ha terminado de recoger todo, le da un par de vueltas como si fuese a lanzar un martillo en las Olimpiadas y directo al Sol para que desintegre dicha recolección letal.

Y no nos olvidemos de otra cosa que siempre he tenido en mente cuando he recordado esta película. Mariel Hemingway raptada por El Hombre Nuclear -del cual hablaremos luego- y llevada en volandas al espacio. No contentos con eso, Superman derrota al villano y la devuelve a la Tierra tan campante. Lo cual indica que cualquier persona puede estar sin oxígeno y que los astronautas -que precisamente vemos a unos al principio de la película- llevan el traje simplemente por adorno y para fardar con la familia y amigos. No he podido resistirme a abrir esta reseña con una imagen de dicha escena.

Al héroe le ponen un triángulo amoroso totalmente absurdo y fuera de tono. En parte porque quieren jugar con la comedia de enredo. Superman/ Lois Lane y Clark Kent/Lacy Warfield (hija del nuevo dueño del Daily Planet). De tal forma que en un momento de la película el superhéroe tiene que jugar con ambas sin delatar su dualidad.

Quieren repetir el vuelo romántico entre Lois y Clark, aquel que tan buen resultado dio en la primera entrega y les sale todo lo contrario. Algo forzado y que no llega al espectador en ningún momento. Es como si quisieran mostrar que Superman seguía siendo el mismo de antaño, cuando realmente lo querían exprimir innecesariamente y de mala manera.

Una vez más recurren -sería la tercera vez en cuatro entregas- a Lex Luthor como villano, pero poniendo al Hombre Nuclear como oponente físico. Un reparte tortas que provoca la risa más que el respeto, consiguiendo por mérito propio ser uno de los villanos más estúpidos de la historia del cine, o por lo menos de las adaptaciones cinematográficas basadas en cómics.

Si bien es cierto que el cómic y la ficción (y las películas en general ya puestos) se dan de la mano y hay que tener la mente bien abierta en no pocas cosas, hay asuntos o te hacen reír o te hacen derramar lágrimas de risa. El plan de Luthor es coger el Adn de Superman a través de un pelo cedido por él a un Museo. Hasta ahí todo bien. Pero que luego coja un trozo de tela, lo meta en una cápsula y le explique a su sobrino (esto de nuevo es literal) que el ordenador creará el traje de su superhombre, joer… Pero vamos, que cosas igual de raras hemos visto en otras películas. A mí me dejó pasmado la verdad, sobre todo con la tranquilidad con la que lo dice el pobre de Gene Hackman.

Así que de repente, de buenas a primeras, lanzándolo al espacio se crea de la nada el villano de la historia. El cual se fija en Mariel Hemingway en un periódico y decide llevársela a dar una vuelta fuera del planeta Tierra. Y de nuevo, una vez más, entra la ilógica. Porque es algo de lo que carece totalmente la película. NO hay un plan trazado ni un guión. Quieren hacer que lo hay, pero no. Son escenas cosidas con un hilo carente de toda lógica, lo cual condujo en unas críticas destructivas, el espaldarazo del público y una espera de 19 años -que se dice pronto- para volver a ver a la creación de Jerry Siegel y Joe Shuster en la pantalla grande.

Y para terminar, la imagen que demuestra la expresividad del Hombre Nuclear (Mark Pillow). A Dios gracias no hizo más que alguna tontería en televisión y nos obsequió con la tranquilidad de no volverlo a ver en la pantalla grande.

 Trailer

Fdo: Snake