Pero no. Sólo percibo un techo blanco, o amarillento, unas cortinas mugrientas y el mar, al fondo. Unas barcas y las nubes apelotonadas unas contra otras, huyendo quizá de un sol por venir.
Anoche algunas cervezas de más, algún bocado de más, algún comentario de más. Esta mañana, una lista de cosas por hacer, de llamadas por contestar, de enigmas por resolver, de música por escuchar, de páginas por leer y de recuerdos por recordar.
Y mientras, mientras, mientras los platos de la balanza luchan por equilibrarse entre unas cosas y otras, sólo queda el optimismo, el mirar con buen humor; y donde hay nubarrones ver fresca mañana húmeda, y donde añoranza solo ver deseo de reencuentro.
Y donde me pudo pasar por la cabeza un “otra mierda de mañana igual” me ha pasado un “¡buenos días, mundo!”. No todo está perdido, supongo.