Alice Peña Maldonado
Si hiciéramos una rápida encuesta entre nuestra familia, amigos y vecinos y les preguntáramos ¿qué significa para ellos la felicidad? Vamos a encontrar tantas respuestas como personas, pero también muchas coincidencias y fuertes tendencias como producto de los imaginarios colectivos que hemos acumulado desde nuestros saberes y prácticas sociales. Algunos expresarían la felicidad orientadas al ser, al tener y al estar. Otras se orientarían a lo espiritual o material. Y no faltaran respuestas sobre la felicidad desde los valores propios de la sociedad occidental del poder, parecer o tener para sí mismo vs. Los valores de las sociedades originarias respecto al servicio, valoración y compartir con el otro.Nos encontramos en una encrucijada sin retorno a la que es necesario tomar decisiones individuales, grupales, colectivas e Institucionales y en todos los ámbitos de la vida cotidiana respecto a construir un concepto de felicidad propio y que sea el resultado de un sentipensar colectivo validado por un nuevo ser/quehacer que surge de la conciencia sociopolítica de lo que necesitamos y queremos y no desde la hegemonía cultural capitalista y neoliberal que impone el individualismo, la competencia, el consumismo, el privilegio y la exclusión del otro. Fortalecer la revolución es fortalecer una cultura contrahegemónica y crítica de este modelo pero que también es asumir la identidad de nuestros pueblos que con acción sociopolítica supera sus propias contradicciones y subvierte este orden deshumanizado establecido mundialmente.
Uno de los objetivos históricos señalados ya por Simón Bolívar y reafirmados por Hugo Chávez Frías en sus discursos y planes estratégicos es la suprema felicidad, palabra que embarga múltiples significados e interpretaciones de quién lo sentipiensa y que deriva a su vez un abanico de posibilidades para materializarlos en la realidad de cada individuo. Veamos como lo planteaba el Libertador.
El término “felicidad” escrita y pronunciada por Simón Bolívar en la Carta ante el Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819 la reitera 22 veces expresando en ella categorías simbólicas culturales y políticas como: cimentar la felicidad de la nación, enseñar la sabiduría y la felicidad al mundo nuevo, la felicidad política; la felicidad nacional, el establecimiento social donde tengan su imperio la felicidad, la paz y la justicia, consagrarse a la felicidad de la República, la felicidad consiste en la práctica de la virtud, la forma de gobierno que van a adoptar para la felicidad del pueblo, el deslumbrante brillo de la felicidad del pueblo en vinculo con el carácter y costumbres de los ciudadanos, y la más recordada de todas: “El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política.” Podemos señalar que la suma de felicidad para Bolívar estaba constituida en valores como la virtud, el carácter y las costumbres de los ciudadanos y gobernantes, en sujetos y propósitos gubernamentales donde el destinatario es el pueblo y la nación, en esfuerzos como la seguridad social y la estabilidad política y la acción política consagrada a la suprema felicidad.
Pero como decía antes la felicidad tiene para el común de los venezolanos definiciones muy distintas y mucho más a las planteadas por el Libertador en el discurso de Angostura y he aquí que es necesario profundizar en colectivo no sin antes producir debates basados en preguntas generadoras vinculante al planteamiento del padre de la Patria: ¿Felicidad Suprema para Vivir bien o Vivir mejor? Creo que dialogar y poner en la mesa nuestras propias miradas y voces constituye una tarea ineludible sobre todo cuando se trata de producir síntesis culturales desde la praxis revolucionaria.
Para dar aportes significativos respecto al Vivir Bien y el Vivir Mejor para darnos cuenta e identificar sobre que imaginarios venimos desarrollando voy a valerme de la producción de nuestros hermanos bolivianos cuando explican esto conceptos: Vivir Bien es vivir en comunidad y en hermandad, y especialmente, en complementariedad, es compartir y colaborar con el vecino y también dejarse ayudar, es vivir en armonía entre las personas y con la naturaleza, es el buen uso de los recursos y su justa y equitativa distribución como vivencia concreta de nuestros pueblos, es el cuidado del bien común y el bien de todos, es la posibilidad del trabajo creador y liberador. Al contrario, Vivir Mejor, es desarrollar nuestra vida a costa del otro, vivir comparándose para ser mejor que el otro, tener más que el otro, donde hay explotadores y explotados, exitosos y fracasados, excluidos y excluyentes, marginados y marginadores, es competir desde la deslealtad y donde mentir, robar y atentar contra la naturaleza resulta sus estrategias más utilizadas, es concentrar en manos de pocos la riqueza de muchos, es egoísmo, individualismo y desinterés por los demás, es la búsqueda del lujo, la opulencia y el derroche como fines últimos. (Fuente: Hacia la reconstrucción del Vivir Bien de David Choquehuanca Céspedes).
Bajo estos dos menús totalmente opuestos y antagónicos nosotros como pueblo venezolano con la sabiduría y el conocimiento alcanzado desde la cotidianidad, en las escuelas, en las universidades y en el trabajo debemos ser crítico y emancipadores permanentes de nuestro ser/quehacer individual que busca vivir mejor. Pero más debemos ser innovadores de nuevos saberes y prácticas que se deriven en un Vivir Bien colectivo donde todos ganemos y logremos la máxima felicidad posible de nuestra nación y de nuestras comunidades no solo para este tiempo histórico sino para las próximas generaciones y siglos venideros.
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