Creo que el “esto” al que se refiere la dolorida presidenta de la asociación es el Estado de Derecho y un sistema judicial que, además de garantista, es manifiestamente antirevanchista y persigue la rehabilitación del condenado. Todo ello inscrito en unos valores basados en el humanismo y, para los creyentes, en una moral cristiana que predica el perdón y la conmiseración.
Que Josu Uribetxebarría Bolinaga es un ser indeseable que merece la condena y la cárcel por su comportamiento sádico y asesino, no lo discute nadie. Pero si existe alguna diferencia entre él y las personas de bien es precisamente el sometimiento de estas últimas a la ley y la adecuación del comportamiento al marco legal que ellas establecen, como garantía de respeto y participación de la voluntad colectiva así expresada. Lo que ETA y sus asesinos buscan con cada acto terrorista es conculcar esa voluntad colectiva en la ley para sortearla en un empeño fanático que ni la ley ni la razón arropan. Pretenden que el miedo les conceda lo que es inviable de otra manera.
Y la ley establece la libertad condicional para los penados que, en circunstancias excepcionales, estimen los jueces de vigilancia penitenciaria. Son casos tipificados que, con todas las exigencias legales, no obedecen a la voluntad del juez que ha de contemplarlos. Pero deben aplicarse incluso hasta en reos que no lo merecen. Ahí radica la supremacía moral del Estado de Derecho frente a regímenes totalitarios o dependientes de la arbitraria voluntad de quien elude o se burla de leyes democráticamente elaboradas. Y es también la supremacía moral de quienes acatan el imperio de la ley frente a los que reniegan de él. Pero, sobretodo, es la enorme distancia que separa los valores morales y las decisiones humanitarias de los que jamás serían capaces de albergarlos. Esa es la diferencia entre Bolinaga y nosotros: él es incapaz de arrepentirse, pero nosotros somos capaces de construir una sociedad que se apiada de reos sin piedad como él. No se lo merece, pero el Estado de Derecho, sin afán de venganza, si puede y debe permitírselo. Debe marcar la diferencia entre la selva y la civilización, por respeto a las víctimas.