En menos de 20 días cumplirá nueve años... nueve años ya. Y no me hace especial ilusión.
Su más de 1'35 de altura, su fuerza, sus rabietas me alejan de ese pequeño que me empeño en creer que tengo y que va quedando atrás. Cuesta trabajo entender que, tras esa personalidad infantil, hay un cuerpo que sigue creciendo al margen de todo. Y odio a la biología hoy un poco más por ello.
El vello cubriendo sus escuálidas piernecillas lleva tiempo avisando que dejó de ser un bebé hace mucho pero parte de mí se resiste, porque no quiere enfrentarse a lo que está por venir.
Podría estar en cuarto de primaria, planificando las tardes de juegos con su pandilla, haciéndole ojitos a una compañera dos pupitres más atrás, aprendiendo fracciones o tocando una sonatina de Bertini con bastante gracia,
Podría estar jugando de delantero en el equipo del cole, o practicando judo. A lo mejor le iba más el baile, o la pintura. Y quién sabe si la velocidad sería uno de sus fuertes, aunque creo que la natación sería su fortaleza.
Podría estar cuestionándose la vida, su mente inquieta estaría funcionando incansablemente aprendiendo y observando.
Podría estar devorando libros, comics. películas. juegos, mientras yo le regañaría por pasar demasiado tiempo delante del ordenador.
Podría estar buscando su espacio, más tiempos de soledad e intimidad porque se iría sintiendo más mayor, y se limpiaría la cara tras darle besos de esos empalagosos que me gusta darle, mientras sonrío de soslayo.
Podría estar haciéndose el grande delante de los niños que molestan a su hermano pequeño, porque eso es lo que hacen los hermanos mayores, proteger y defender.
Podría pedrile a los reyes la última Nintendo DS, aunque ya sabría que son los padres.
Hace años, muchos años que aprendí a no pensar en ese podría, y no fue fácil. Aún hoy, no puedo evitar pensar, comparar, pero son instantes en los que tengo la guardia bajada, instantes de cansancio, de desbordamiento emocional. Instantes fugaces.
Ahora lo que le gusta es escaparse y correr desgarbado, sin sincronizar brazos y piernas y cayéndose mucho, pero no le importa, porque se pone en pie y vuelve a lanzarse.
Ahora le gusta chapotear en el agua, hacer ahogadillas y que le tiren. No hay para mí mejor nadador ni estilo más libre.
Ahora está en segundo ciclo de educación especial, y ¡eh! va a curso por año...
Ahora aún no sabe coger un lápiz prácticamente, y sus tareas son pegar gomets, trabajar texturas e insertar grandes pinchos en tableros.
Ahora le gusta aporrear el piano, dar palmas rítmicamente y cualquier instrumento de percusión. No dejo de creer que algún día pueda conseguir hacer algo mágico con esa sensibilidad musical.
Ahora no sé si se cuestiona algo. No sé qué piensa, ni qué comprende. El lenguaje genera pensamiento, y carece del primero.
Ahora le gustan La patrulla canina, Los amigos del jardín, Little einstein, Teletubbies y poco más. Es de gustos selectos. También piezas de Mozart, Bach, Beethoven, la marcha de Radetzky, El canto del loco, y Bunbury.
Ahora no sabe jugar, no tiene casi intereses, aunque la música es uno de ellos.
Ahora podría dejarse besar y abrazar durante horas. Ahora. No antes, Y yo lo aprovecho.
Ahora es el hermano pequeño, y es el que necesita que lo protejan.
Ahora le gusta alternar la soledad con la compañía, sale, entra, te busca con la mirada y tras una sonrisa, vuelve a su madriguera.
Ahora dudo que comprenda el concepto de reyes magos, y el regalo es un peluche interactivo recomendado para bebés de 12 meses que le encanta y tiene destrozado.
No me gusta que cumpla 9 años. Él no.
Si pudiera parar el tiempo, que nadie dude que pararía su reloj biológico.
Ahora y siempre me atraviesa con la mirada, me dice que me quiere a su manera, busca consuelo y complicidad. Ahora es ahora, mal que me pese.
Y no podría haber un podría porque nunca lo hubo y porque no habría sido él.
Por eso no quiero podrías en mi vida.
Por eso quiero ahoras.