A la Iglesia española están llegando los aires renovadores que soplan desde la Ciudad del Vaticano. Con la elección de Carlos Osoro Sierra como máximo prelado de la diócesis de Madrid se ha hecho un quiebro en la tendencia y actos que hasta ahora encabezaba el cardenal Rouco.
En fechas próximas a la Navidad y Fin de año, la madrileña Plaza de Colón solía ser el lugar de encuentro de miles de familias convocadas de toda España que levantaban un grito de protesta contra el gobierno de turno, con banderas como el aborto, el matrimonio homosexual y otras tantas cuestiones de índole moral. Con la llegada del nuevo obispo de la archidiócesis de Madrid se ha suspendido la celebración de la concentración en Colón, trasladándose el acto al interior de la catedral de la Almudena, donde se realizó una vigilia de oración de 24 horas.
Carlos Osoro lleva apenas dos meses al frente de la Iglesia madrileña. Su designación fue voluntad expresa del papa Francisco y estaba decidida desde marzo de 2014. El Santo Padre propició así un cambio necesario en la jerarquía católica española, insuflando su propio carisma a la Conferencia Episcopal.
Osoro reconoce en una entrevista ofrecida a un medio de comunicación español que ha venido para forzar un cambio. Y en tan solo sesenta días ya hay cosas que han cambiado respecto a su antecesor, Antonio María Rouco. El nuevo obispo de Madrid se ha reunido con Kiko Argüello, fundador y director espiritual de las Comunidades neocatecumenales, “los kikos”, como se les conoce popularmente. Ha sido un encuentro esporádico, pero desde luego marca un cambio de tendencia.
El obispo madrileño es afín a la política social impulsada por Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco. Junto al papa reconoce los errores de la iglesia, como los abusos cometidos por religiosos y sacerdotes con jóvenes. Una lacra que hay que combatir sin recelos, y eliminar. Al respecto fue contundente con la “orden” de los “miguelianos”, cuyo líder está pendiente de juicio acusado de varios delitos con la integridad de las personas y fiscales.
Al igual que el Francisco, Osorio ha renunciado al lujo que le corresponde por ser obispo de Madrid. Vive en una residencia de ancianos a 20 kilómetros de la capital, y también tiene por costumbre visitar las zonas más desfavorecidas, aunque no hay imágenes, porque lo hace sin prensa.