Es cierto, la felicidad está en las pequeñas cosas: una reunión familiar en armonía, un paseo por el campo, degustar un rico postre, leer un libro entretenido o aleccionador, quedar con esa amiga que te comprende, una caricia, un abrazo, unas palabras de apoyo... Todo eso da forma a la existencia e implica, en muchos casos, la interacción con otras personas y el disfrute del mundo exterior.
Pero ¿y esos momentos de gozo, en soledad o entre el bullicio del mundo, en los que intuyes quién eres y te inunda una indescriptible satisfacción?
Es un júbilo para el que no precisas compañía, favores ni reconocimiento, algo parecido al ímpetu de la creatividad, destellos del amor que hay en ti.
Y no importa si se va desvaneciendo o si es "invadido" por agentes externos, porque, una vez percibido, ya tienes la certeza de que en ti quedará para siempre.
Es la maravilla de vivir, la fascinación por sentir,que palpita en tu interior, que te invita a en ella reparar, a reconocer en ti a la Inmensidad.