T de TIEMPO

Por Maria Mikhailova @mashamikhailova

¿Os pasa como a mí que notáis que el tiempo se os escapa de las manos? ¿Que os hubiera gustado que el día tuviera más horas de las que tiene? Para mí el tiempo es un misterio: es tan fácil malgastarlo, y tan difícil encontrar más horas para las cosas que me planteo hacer.

Cuando dejé mi último trabajo, mucha gente me ha preguntado: ¿y qué haces a lo largo del día? Y es que parece que si no estás dedicando las 8 o 9 horas diarias a un trabajo de lunes a viernes, da la sensación de que no tienes nada en que ocupar esas horas. Lo cierto es que desde que no trabajo, siento que me falta tiempo más que antes… y aunque parezca paradójico, tiene cierto sentido. Cuando tienes un trabajo rutinario, toda tu vida o más bien, todo tu tiempo libre gira entorno al trabajo. Y sueles además venir tan cansado, física y emocionalmente, que lo único en lo que piensas es en descansar. Vives deseando llegar al viernes y disfrutas al máximo el fin de semana, porque es tu único momento de liberación.

Cuando no trabajas de forma oficial, todo el tiempo del que dispones es en principio tu tiempo libre, pero ya no puedes dedicarlo solamente al ocio, debes ser productivo. Y es ahí donde entran en juego esas aficiones que nunca has tenido tiempo de sacar a la luz: aprender cosas nuevas, leer, formarte, hacer más ejercicio, alimentarte mejor… Yo en mi caso comencé un blog, hago algunos cursos, estoy dándole vueltas a un proyecto nuevo. Y si me lanzo, va a ser una locura, pues hay tanto que hacer, tanto que aprender, tanto que sufrir… Al final resulta que esa libertad tan preciada que ansiamos cuando tenemos un trabajo fijo va a darnos mucho más trabajo en realidad, pero al menos es un trabajo placentero, sin horarios estrictos, pero teniendo como contrapartida el que tu jefe eres tú y debes aprender a ser duro contigo mismo.

¿Pero cómo distribuir nuestro día de forma más efectiva? Muchos hablan de listas que elaborar el día antes o a primera hora de la mañana. Otros de tratar de no realizar el famoso multitasking, sino que ir poco a poco, centrándose en una tarea a la vez. A mí me cuesta la verdad eso de centrarme en una sola cosa, así que suelo tener varios frentes abiertos.

Recuerdo uno de los seminarios de Ruslán Narushevich, en el que éste mostraba 4 tipos de cosas que tenemos en nuestra vida y que debemos saber diferenciar, a la hora de darle sus prioridades.

1) Cosas urgentes e importantes. Esas las haríamos en primer lugar, pues deben ser atendidas ya mismo y son vitales para la solución. Es algo así como el papeleo que debe ser resuelto en un plazo determinado, que si no lo haces, puedes a la larga tener un problema gordo.

2) Cosas urgentes y no importantes. Aquí podría entrar por ejemplo la ayuda a un amigo o familiar. No es importante para ti, pero sí lo es para otro y además es posible que tengas que hacerlo cuanto antes, si no, tu amigo tendría problemas.

3) Cosas importantes y no urgentes. Aquí podemos encuadrar nuestros planes a medio-largo plazo: un curso que hacer, hacer ejercicio, una compra importante que realizar. Esas solemos dejarlas casi siempre en último lugar, al no ser urgentes… pero también hay que dedicarles un espacio en nuestra vida.

4) Cosas no importantes y no urgentes. Se trata de cosas que en realidad debemos poner en el último lugar de nuestra lista: ver una serie de TV, ir a tomar unas cañas… Son solo ejemplos (y desde mi punto de vista, puede que para vosotros las cañas sean primordiales). Pero si no tenemos tiempo y excluimos aquello que ni es importante ni es urgente, dándole prioridad a las cosas anteriores, igual aprovechamos mejor nuestro tiempo, ¿verdad?

¿Pero qué dicen Los Vedas con respecto al tiempo? En realidad, vienen a decirnos un poco lo que ya todos sabemos: en función de cómo distribuyamos nuestro tiempo en el día a día, podremos hacer más cosas y hacerlas mejor, así como gozar de una mejor salud. Resulta que para ser más productivos, lo ideal sería levantarnos entorno a las 5 de la mañana, o al menos no después de las 6, pues es la hora a la que despierta el mundo. El sol no ha salido aun y es el momento de calma que podemos utilizar para nuestro bienestar propio: aseo, ejercicios, lectura, desayuno. Fácil de decir y difícil de cumlpir, sobre todo si te has acostado a eso de las 12 de la madrugada, como me suele pasar a mí en toda mi vida adulta.

Según el doctor Torsunov, para tener optimismo y tono positivo a lo largo del día, es necesario levantarse de 4 a 5 de la mañana; si queremos conseguir propósitos en ese día, de 5 a 6; si pretendemos no perder el rumbo del día, de 6 a 7; a partir de las 7 el sol levanta a aquellos que no quieren vivir hoy, sino descansar… en el fondo es un día que se pierde; si nos levantamos de 7 a 8, es probable que comiencen a producirse procesos de enfermedades en nuestro cuerpo; de 8 a 9, se gestan enfermedades más profundas; y así sucesivamente. No sé si será verdad todo esto, pero lo cierto es que cuanto más tarde me levanto, peor me siento y tengo la sensación de que he perdido gran parte del día.

Existe lo que se llama el deseo de ser activo y el deseo de ser pasivo, nos comenta Torsunov. El deseo de ser activo se genera cuando nos acostamos a una hora temprana. No en vano hay un dicho ruso que dice: la mañana es más sabia que la noche. Quiere decir que es necesario acostarse y levantarse a una hora prudente. El deseo de no hacer nada surge del cansancio. El cansancio surge de que la persona no se acuesta a su hora. Así de simple. Y así de complicado. Sobre todo para mí.

Se dice que el día también se distribuye en varias fases. La parte de la mañana es propicia para la realización personal de cada uno: lectura, ejercicios, meditación. El mediodía sirve para trabajar para otros, para ser completamente activo. La tarde es mejor dedicarla a la familia, a nuestros seres queridos, a compartir cosas con ellos. La noche la necesitamos para dormir. Si invertimos este esquema, nos quedamos despiertos hasta la madrugada, es muy difícil que nos levantemos frescos a la mañana siguiente y seguramente lo hagamos muy tarde. Nos sentiremos cansandos durante el día entero y rendiremos poco en nuestra actividad laboral. Cuando llegue la tarde y toque dedicarla a la familia, nos sentiremos exhaustos por el trabajo y tampoco sabremos compartir nuestro tiempo con ellos.

La distribución de nuestro tiempo es un tema vital. Ya no sólo desde el punto de vista productivo, sino también en cuanto a nuestro propio estado de salud, emocional y espiritual. Ser positivo sólo es posible cuando te has levantado temprano y tienes la sensación de que el día apenas comienza, de modo que te dará tiempo a realizar muchas cosas sin prisas. Yo esto lo experimenté curiosamente en mis vacaciones, en Costa Rica. Allí amanece antes de las 6 y si no te levantas a esa hora, habrás perdido muchas horas de luz para ver cosas y visitar sitios. Claro que ahí yo tenía un aliciente muy grande: descubrir un país nuevo, que probablemente no conocería si me levantara a eso de las 12 de la mañana.

Por tanto, la calve es tener algo por lo que levantarnos cada mañana: un objetivo, una idea, una ilusión. Si no, nuestra vida se convierte en un reflejo automático a las necesidades diarias: trabajo, comida, familia, televisión. De nosotros depende convertir nuestra vida en algo maravilloso, algo digno, algo por lo que vivir y por lo que luchar… o vivir como la gran mayoría de personas: con apatía, desánimo, cumpliendo por obligación nuestro trabajo o nuestras tareas diarias. Si no tenemos la vista puesta en algo más allá de la simple rutina, levantarnos temprano sería una locura. ¿Y vosotros, por qué os levantáis cada mañana? ¿Qué es lo primero que se os pasa por la cabeza nada más abrir los ojos? ¿Cuál es la razón por la que os merece la pena vivir?