Taberna La Carmencita: Lo castizo está de moda

Por Chicandcheapmadrid @chicandcheapmad
¿Y si os cuento que hay un lugar centenario, que huele a recetas de la abuela, a vino y a madera, que está empezando a ser lo más trendy del centro de Madrid? ¿Y si os digo que lo castizo ha vuelto para quedarse (porque en realidad nunca se fue), que los platos de toda la vida van a llenar manteles, que regresa la hora del vermú, el almuerzo casero y el tapeo a la española seguido de aguardiente y recena hasta bien entrada la madrugada?

Probablemente no deis crédito pero, antes de dejar de leer, mirad esto:Si no es lo más ideal que habéis visto en mucho tiempo, ahora podéis dejar de leer. A los que seguís, os presento a Carmencita. La Carmencita. Famosa en el barrio de Chueca y en medio Madrid por ser una tasca centenaria, la segunda más antigua de la capital. Sus orígenes se remontan a 1854 y por ella han pasado, y si no, me lo invento, porque es lo que siempre se dice de estos sitios, grandes nombres de nuestra literatura, en especial de la Generación del 27.Sentarse en el mismo banquito en el que pudo sentarse Lorca no implica, aunque no lo creáis, tener que elegir opciones de una carta en inglés y terminar dejando un riñón a cambio de unos calamares fritos probablemente el mismo día en que Lorca pasó por allí. Sentarse en ese banquito, en el de La Carmencita, a día de hoy, es olvidarse de todos los atropellos gastronómicos que han tenido lugar entre sus paredes y disfrutar, por fin, de 75 recetas con alma e historia, de cuidados vinos y coctelería y de un ambiente variopinto en el marco incomparable de la azulejería colorista, de la barra de madera y estaño restaurada, de los asientos corridos, vajillas y espejos de anticuario. El responsable de dar luz, nunca mejor dicho, a esta mítica taberna no es otro que el santanderino Carlos Zamora, que donde pone su sello asegura el éxito futuro. Prueba de ello son los sonados Deluz o Machi de Santander, o el Otras Luces de Valladolid, lugares únicos en los que se crean auténticas experiencias en torno a la mesa. No lo digo yo, me lo cuenta Inma, que lleva años en el grupo y que ahora está al frente de este proyecto recién inaugurado en Madrid. Encantadora, como todo el equipo.En La Carmencita, la experiencia comienza al entrar en el local a plena luz del día, para desayunar o tomar el aperitivo, o a la luz de las velas, para cenar o copear hasta las 2 am. Cocina non stop de la que salen croquetas de jamón del bueno, de cocido o de marisquete. Rabas crujientes, taquitos de queso empanados, tigres (que me chiflan), anchoas de Santoña, ensaladilla con auténtico bonito del norte, huevos fritos (de gallinas felices) con paletilla, chorizo de Guadarrama y morcilla de Burgos (¡venga!), filetes rusos, pescados de Santander, carnes de alta montaña... Toda nuestra geografía sobre una misma mesa y a un precio que puede no sobrepasar los 25-30 euros por persona.¿Imposible? En absoluto. Podéis comprobarlo y celebrarlo después con una copa de ginebra casera de Torrelavega o con unos impresionantes canutillos de hojaldre casero rellenos de mousse de chocolate, por si el plato de huevos fritos os ha sabido a poco. Para acompañar, después del vermú, la carta de vinos es estupenda, con mucho peso de los cultivos ecológicos y nombres poco conocidos que terminan siendo una sorpresa a precio muy razonable.Entrar en La Carmencita es viajar al pasado sin despegarse del momento presente. Es Galdós, es Christian Grey, es Casa Lucio y el Bar Tomate. Es tradición que, por olvidada, resulta chispeantemente trendy. Un acierto.