Taberna La Ermita - Murcia.

Por Chefychof
 
Como hasta San Antón, Pascuas son, aprovecho para felicitar el año y pedir disculpas, de paso, por tener un poco abandonado el Blog. Espero que vuelva a recuperar la cadencia de antaño. Para empezar esta temporada y antes de dedicarme a la entrada, quiero decir que el Nuevo Mesón de Ángel, un clásico de la cocina murciana, ha cerrado sus puertas definitivamente. Y como a rey muerto, rey puesto, voy a hablar de la taberna La Ermita, un nuevo, aunque veterano local que ha trasladado sus instalaciones de La Alberca a Murcia en la zona de las tascas. Ha sido uno de los locales de nueva apertura, junto con Tikismikis y Cátame Despacito que más han sonado en estos días y no podíamos dejar la oportunidad de ir a probarlo, entre otras cosas, por las buenas referencias dadas que lo avalaban.La taberna es un pequeño local donde apenas comen treinta comensales, dividido en dos zonas muy diferentes. La zona de la barra de un ambiente moderno mientras que el comedor tiene el sabor añejo y rústico del concepto platónico de Taberna. -¡Ahi dejo eso! Nos sentamos en el comedor de luces tenues apto para organizar conspiraciones y alguna que otra traición, y enseguida se nos presenta el camarero que nos va a guiar en la cena. Nos dice que se llama David, y nos propone que nos pongamos en sus manos, que quedaremos satisfechos. Nunca en mi vida se me había presentado un camarero así. Me pareció una presentación original aunque alguien comentó que era made in Chicote. La verdad es que el tema del camarero colega es un arma de doble filo pues da gusto llegar de nuevas a un local y que te traten como si fueras un cliente de toda la vida. Pero también es cierto que hay momentos en que el exceso de confianza puede no gustar a todo el mundo. Enemigos del camarero coleguilla, abstenerse de visitar La Ermita. La cocina la dirige, con buena mano, Manolo Martínez-Abarca, antiguo cocinero de la desaparecida Taberna de Los Doce Vinos de El Palmar.Entrando en el tema culinario, la cena tuvo sus luces y sus sombras pues creo que el camarero, en su celoso quehacer, se olvidó preguntar por nuestras filias y nuestras fobias, así que el resultado fue desigual. Partes que no me gustaron, partes buenas e incluso alguna sorprendente. Empezaron trayendo unos canapés fríos. Uno de gulas, uno de bacalao con pimentón sobre un pisto y la sorpresa agradable fueron unas habitas con ahumados sobre una hoja de lechuga. Al principio sorprendió y lo probamos con cierto escepticismo, pero a todos nos gustó. Después trajeron unos triángulos de brik con un poco de queso de cabra y mermelada. Lástima que no a todo el mundo le gusta el queso. Todo esto lo regamos con un vino Monastrell, un Hécula al que nuestro dicharachero David se apuntó dejándose una copa para él en nuestra mesa. Sorprendente, pero cierto. Si hace esto en todas y cada una de las mesas, no quiero imaginar como terminará su jornada. Por suerte para él, apenas hay seis mesas en el salón. Luego trajo unos canapés calientes. Cerdo sobre una cama de guacamole y uno de ventresca y boquerón frito que me pareció totalmente prescindible. Demasiado seco para mí.El local estaba lleno de gente, el servicio era rápido y no nos estaba pareciendo mal del todo el trabajo que estaba haciendo nuestro gurú particular. Hay ocasiones y ocasiones, y esa noche no tratábamos temas tan trascendentales que nos molestara una interrupción de vez en cuando. La ensalada que nos trajo era bastante completa, distintas variedades de lechugas, pipas, nueces, queso... Casi a la vez nos trajo unas brochetas muy ricas, de lo mejor de la noche. Y para cerrar, se ve que nos vio cara de carnívoros hambrientos, nos trajo un entrecot trinchado que algún experto en carnes, llámese sr. L., criticó por su delgadez, aunque no por su excelente calidad, buena presentación y acompañamiento.Los postres que nos trajeron no nos gustaron demasiado. Una mínimas porciones de una normalita tarta de la abuela y otras igual de mínimas porciones de una especie de bikini con mermelada de violetas. Un ingrediente multiusos que lo mismo sirve para un roto que para un descosido. Hasta el punto que los golosos del grupo pedimos, puenteando a David, un tiramisú para quitarnos el mal sabor que nos había dejado el postre. El tiramisú venía en vaso y superaba con creces a los postres elegidos por nuestro Cicerone, que tengo que reconocer que ahí pinchó.La cena transcurrió de manera amena y hemos de agradecerle al brioso camarero que puso todo su empeño en que saliéramos lo más contentos posible, como así fue. Un café para no perder las buenas costumbres y un chupito de cortesía que nos tomamos en la barra comentando con la cena como si de un partido se tratase. Días después analizando la velada con la mejor perspectiva que da el paso del tiempo, creo que aunque cenamos bien, hubo un exceso de carnes a la plancha y realmente no llegue a probar ningún plato de compleja elaboración. Y esto es una pena pues como decía antes, me ha llegado mucha información en poco tiempo de este local y de las manos de su Cocinero Manolo Martínez-Abarca, solamente he oído decir maravillas. Habrá que ir a probar los guisos que hacen al medio día. En cuanto al precio, esta dentro de lo normal teniendo en cuenta que pedimos entrecot. En torno a los 25 euros. El precio no dolió, dolió que nos cobraran los bikinis que nos sirvieron y que me gustaron tan poco.La Taberna Ermita, está en la calle Santa Quiteria número 12 de Murcia, en la zona de Las Tascas, a espaldas de la Plaza de Europa y el teléfono de reserva es el 968211797