También es cierto que no solemos tomar tortilla de patata fuera de casa. Si no tenemos referencias, o nos inspira confianza el lugar, solemos prescindir de ella.
En casa el que no escribe, a veces, me regala una de sus tortillas. El día que eso ocurre, lo da todo. Más o menos está una hora en la cocina haciéndola y nos la comemos en 15 minutos. A mí, me compensa. Esa noche la vida se tiñe de color de rosa. Son los efectos opiáceos que da el buen comer. Por tanto, como esta tortilla es privada, vamos a contaros nuestra experiencia en un lugar donde también practicamos el buen comer y la tortilla es uno de sus protagonistas, aunque para nosotros no el único.
La Taberna Pedraza de Madrid se ha hecho muy popular por su tortilla de patata. Una tortilla hecha al estilo Betanzos. No tiene cebolla y por dentro no está prácticamente cuajada. Está hecha con huevos de gallina jóvenes y la patata cortada en unos rectángulos bastante planos y pequeños. A priori, este era el motivo de nuestra visita.
Llevábamos meses con la idea en la cabeza, pero entre unas cosas y otras nunca nos había acabado de cuadrar. Hace dos domingo se alinearon los planetas y, cerca de las 15:00, nos plantamos “a probar suerte” allí.
La Taberna Pedraza se encuentra en la Calle Ibiza, muy cerquita del Retiro y al lado del Hospital Gregorio Marañón. Los alrededores del parque más popular de Madrid se han convertido en una zona muy tabernera a la que le estamos cogiendo el gusto. Próximamente os hablaremos de otra taberna relativamente próxima.
Esta entrada está dedicada a los amantes de la comida tradicional española, sin florituras, pero con una “mano” mágica.
Recetas tradicionales de diferentes lugares de la geografía española que han traído a Madrid, cocinadas de forma que recuerdan a ese sabor de siempre, como de casa. Y hablamos “de casas con buenas cocineras”. Que está muy idealizado esto de la comida de “casa” y, seamos realistas, no todas las madres o abuelas han cocinado bien. Pero en la Taberna Pedraza hay un saber hacer que notamos en el primer mordisco que dimos.
La carta por sí sola es apetecible, puedes viajar del norte al sur. Es una carta extensa. Algo raro ocurrió, porque el domingo habíamos desayunado tarde y fuerte. Cuando decidimos acercarnos a la Taberna Pedraza lo hicimos con la intención de probar su tortilla y poco más, no teníamos mucha hambre. Pero nada más abrir la carta, el cerebro empezó a mandar órdenes al resto del cuerpo para hacer hueco. Casi todo nos apetecía.
Pero antes de entrar con la carta, un repaso al “inquietante” local. Como os decíamos, se encuentra en la Calle Ibiza, su entrada pasa prácticamente desapercibida. Apenas un discreto panel y una puerta de aluminio dorado estilo “retro” y a ambos lados de la entrada principal dos ventanas, una que está pegada a una de las mesas altas, y otra que tiene expuestos unos chuletones de Rubia que quitan el sentido a la vista. Es un toque como de “ayer”, del ayer de los 70, con la particularidad de que ha sido decorado con esa intencionalidad, pues su apariencia es relativamente reciente.
Al entrar aún resulta más inquietante. El local se divide en 3 ambientes, o realmente en dos. Según entras te encuentras unas luces de neón fucsias, la barra y, a la izquierda, unas cuantas mesas altas. Luego hay otro ambiente detrás, de mesas bajas, en linea y paralelas, bajo nuestra opinión bastante juntas.
Una pared llena de botellas, ilustraciones en otra, iluminación en todas ellas. Tonos ocres, dorados, amarillos y verdosos son los protagonistas. Es extraño, pero guarda una armonía tranquila mientras estás allí, aunque a la entrada resultará ligeramente perturbador. Los baños tienen su gracia también.
Cuando vamos a picar algo a un entorno tipo taberna lo que más nos gusta es sentarnos en las mesas altas. Aquel día, llegamos bastante tarde y no tuvimos problemas para disfrutar de una de ellas.
Sobre la Taberna Pedraza hay diferentes opiniones y en muchos sentidos. Nosotros empezaremos por el final, diciendo que es un sitio al que estamos seguros que volveremos bastantes veces.
Los propietarios de este local de restauración estuvieron viajando por España para localizar y aprender las mejores recetas y productos locales que exportarían a su negocio.
El que no escribe y yo, al ver la carta, no sabíamos por qué decantarnos. Se suponía que no teníamos demasiada hambre. La tortilla hay que pedirla entera, en este caso no existen ni raciones, ni pinchos. Algo que no es de extrañar tal y cómo se sirve.
A parte de la tortilla nos pedimos un tigre para cada uno, un buñuelo para cada uno y media ración de callos. Solo tuvimos dos inconvenientes, el primero que había bastantes tortillas pendientes de hacer delante de nosotros, por lo que nos sirvieron los callos antes que la tortilla. Y, personalmente, si nos basamos en lo que el paladar nos pedía, era terminar con los callos. Eso sí, ese orden nos vino bien para que la espera fuera más corta.
El otro inconveniente es que, cuando estábamos ya tomando nuestro tigre y buñuelo, nos dimos cuenta como a las mesas, junto con la bebida, les iba llegando un aperitivo que, suponemos que por despiste, a nosotros no nos llegó.
Dicho esto, comenzamos con nuestras opiniones sobre lo que probamos.
El tigre (Mejillón), impresionante. De verdad que hacía muchísimo tiempo que no tomábamos un tigre como ese. Ligeramente picante, con una bechamel suave, sabrosa, con alegría. Muy bien frito. Riquísimo. Sé que cada vez que volvamos, al menos, me tendré que pedir uno. De haber sabido lo buenísimos que estaban me habría pedido dos. Bajo nuestra opinión un imprescindible de la Taberna Pedraza (si te gustan los tigres, claro).
Luego pedimos un buñuelo de bacalao cada uno. Personalmente yo soy muy de tigre y menos de buñuelo, no ya en la Taberna Pedraza, en la vida en general. Pero también muy bueno. Siempre que pedimos un buñuelo, o toca comerlo por lo que sea, vivo con miedo de meterme un engrudo en la boca de harina del que nunca podré separarme hasta después de varias manzanillas. No es el caso. Muy muy suaves.
Lo siguiente que llegó a la mesa fueron los callos. Nos sorprendió gratamente la cantidad de la media ración, abundante para lo que estamos acostumbrados. Para dos te da para comer un buen ratito.
Cuando probamos esos callos sonaron violines en nuestro paladar. Al que no escribe le pareció que picaban un poquito de más, a mi me encantan así. Pero sí reconozco que igual para quién sea sensible al picante puedan resultarles un poco fuertes. Bajo mi opinión perfectos, salsa melosa y gelatinosa, sabor muy equilibrado. Los disfrutamos muchísimo. Ese sabor a callos que no saben a jamón viejo, ni a tomate solamente… no, unos callos en condiciones.
Con la boca a punto de explotar y con una espera de unos 5 minutos desde que acabamos los callos, llegó la tortilla. Durante aquellos minutos de espera, mientras yo me privaba de mojar todo el pan que me apetecía, por miedo a llenarme, el que no escribe utilizaba la filosofía inversa basada, principalmente, en que lo mejor era no parar para no sentirte lleno. Así es como nosotros alcanzamos el equilibrio en nuestras vidas.
Amarilla, casi sin dorar. Por uno de los lados se intuía el espectáculo interior. La cortamos por la mitad, para repartir. Y el huevo salió tal y como esperábamos.
Tortilla muy bien hecha. Realmente es una tortilla cuyo sabor te recordaba a comerte unas patatas ricas mojadas en yemas de verdad. Vamos a ser osados y poner una peguita a la tortilla, está relacionada con la sal. Había partes de la tortilla que parecían tener la sal amontonada. En general, el punto era bueno, pero hubo alguna pinchada aislada en las que pasó.
Ambos somos de tortilla de patata con cebolla, poco cuajadita por dentro y doradita clara por fuera, es la que más nos gusta. Pero eso ya es personal, esta tortilla está muy buena, a pesar de no tener cebolla, se te llena la boca de sabor.
Al postre no pudimos llegar, el pan de Pedraza es otra de las cosas ricas y nos acompañó abundantemente con los dos platos principales (a uno más que a otra).
Esta vez no le dimos los dos al vino, era un día en el que yo no podía tomar, así que tres copas de vino y tres coca colas, dos cafés y un presupuesto en torno a los 55 euros los dos.
Hemos titulado esta entrada con el “no solo tortillas” porque, si algo nos ha sorprendido de este lugar es que, al menos en la selección que hicimos nosotros, se notaba perfectamente la buena cocina. Los platos de siempre hechos con mimo, con cuidado, con buen producto. Todo sabía, nada era pesado… Los tigres, los callos, no queremos pensar cuántas cosas de la carta nos faltan por probar que puedan estar a la altura.
Cuando volvamos, si probamos nuevas elaboraciones, ya iremos editando la entrada…
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