El autor Theodor Adorno titula con gran pertinencia el texto en el que trataré de adentrarme y manifestar algunas percepciones, “Tabúes sobre la profesión de enseñar” cuenta con una aclaración inicial del autor sobre el punto de partida de todas sus apreciaciones, define tabú como “representaciones inconscientes o preconscientes” que se traducen también en “imágenes y representaciones” en la ausencia de un pensar racional legítimo. Casi siempre la palabra “Tabú” se le asocia a lo prohibido, sin embargo la lógica en juego es parecida, en realidad lo que existe es un imaginario colectivo que inconscientemente rechaza o se abstiene de algo sin razones concretas o bien fundadas, a la vez, el autor no pretende ser excluyente dejando claridad en que la profesión de enseñar se ve señalada consciente e inconscientemente (a través de los Tabú), es decir, desde un punto de vista racional y otro no tanto, sin embargo lo expresado en su texto va a estar dirigido a la identificación de prejuicios psicológicos y sociales que a fin de cuentas construyen una realidad.
La situación que se representa como posible realidad y a la vez como problemática según los síntomas a través de los cuales Adorno sustenta su posición en el texto es el rechazo o aversión por la profesión del maestro, de lo que se encarga éste es de proponer algunas situaciones detalladas que enmarcan lo que en la actualidad llamamos “la crisis docente”. Los síntomas ejemplificados con gran destreza tienen diversas características, con gran protagonismo se destaca el carácter histórico y perdurable de algunos y el peso social con el que los mismos se han impuesto de tal modo que lleva al autor a cuestionarse sobre el ¿Por qué dichos tabúes trascienden de una manera tan significativa en el tiempo?, dejando casi intacta la esencia de algunos aunque en apariencia se transforman, el ejemplo de uno de estos es “el maestro verdugo”, apelativo que todavía no pierde significado al estar presente tanto en la percepción del educando como en el comportamiento (quizá) inconsciente de algunos maestros de la actualidad, maestros y contextos que se comportan bajo unas dinámicas de dominación, en donde ésta es la que garantiza el orden pero a la vez atenta a la integridad de las personas visto desde cualquier punto.
Hay algunas cuestiones de contraste que constituyen la imagen del maestro, el estatus se ve afectado de forma curiosamente negativa, pues en algunos apartados Adorno reflexiona en términos de “ambivalencia” ya que, por ejemplo, la misma situación ventajosa para una profesión determinada es a la vez desventajosa para quien se dedica a enseñar, en caso específico, para quién se dedica a enseñar en la escuela. La autoridad, por ejemplo, en el caso del maestro es una característica de doble filo para su imagen favorable, pues ésta puede ser vista de forma respetuosa pero tiende a ser la causa del antagonismo entre estudiante y maestro, a su vez y para otras profesiones, la autoridad es un sinónimo de admiración definitivo, pues no existe razonamiento sobre si es una buena o mala autoridad, se asume que es una autoridad y que debe ser vista respetuosamente porque “así se ha hecho” a través del tiempo. Trataré entonces de plantear algunas preguntas que surgen de la lectura y que de manera especulativa trataré de responder de forma simultánea:
Para empezar, retomo una pregunta fundamental planteada en el mismo escrito para un tabú en particular pero que adapto al problema en general:
¿Por qué situaciones históricas, contextuales e imaginarios sociales tan arcaicos trascienden con tanto peso en la actualidad?
La respuesta a esta pregunta es el carácter plenamente tradicionalista de como se ha concebido la educación en los recientes y de pronto no tan recientes décadas, en donde se considera que ciertas formas funcionan porque aparentemente siempre han funcionado, de esa misma manera se perpetúan consignas que sitúan al maestro en esa esfera inconsciente de la que tanto se ha hablado.
¿Cómo combatir los imaginarios actuales que se tienen sobre el maestro/profesional de la enseñanza?
Más que una pregunta es una tarea, no exclusiva del mismo maestro, sino un ejercicio social que debe hacerse a partir de la clarificación de estos inconscientes extendida a la mayor variedad de colectivos, transcribir el tabú en razones legítimas que den paso a otras formas epistemológicas de acercarse a la figura y la función actual del maestro de los entornos actuales.
¿Es posible la gestión de imaginarios positivos frente a la profesión de quien enseña?
Esta pregunta y la anterior se corresponden en cuanto a su respuesta, pues dicho ejercicio social debe dar paso a nuevos paradigmas que abran una brecha entre lo actual/real y las miradas tradicionalistas que en ocasiones se tornan nocivas, por lo menos así ha tratado de demostrarse en esta exposición.
¿Cómo combatir la confusión de ese “microcosmos de la escuela” impermeable del que se refiere Theodor Adorno?
Esta pregunta sugiere una transformación por parte del profesional de la enseñanza, dicha transformación debe mirarse también como una construcción desde sí mismo para los demás y con los demás, así entonces se debe romper la barrera de la cultura individualista y competitiva que altera pero que a la vez crea cierto estado de confort inamovible en la consciencia de la persona. Para ir en esa dirección transformadora propongo retomar una propuesta del profesor Alejandro Sarbach (www.carbonilla.net) cuando reflexiona sobre la construcción de la identidad personal del docente y la relaciona a su vez con su práctica profesional, éste señala que para llevar a cabo transformaciones reales y no sólo cambios adaptativos (aunque de ésta última se necesite también una dosis), se hace necesario desaprender las formas de realizar y pensar su trabajo, diferenciando “desaprender” de “olvidar”, cuya relación no aplica ya que en cambio de ello Sarbach indica sobre la importancia de “recordar” para reconstruir lo que hasta hoy se considera como una verdad en el quehacer, cuando en realidad se trata de una funcionalidad anacrónica.
Concluyo entonces con una preocupación que transversaliza todo este resumen y que sin presumir como sentencia definitiva queda más bien abierta como una inquietud, se trata de la nocividad del arcaísmo en la función práctica y la imagen del maestro, la cual parece mutar en su forma pero no de fondo, reconociendo a la misma vez que suprimir tabúes al ciento por ciento es una cuestión utópica pero que se torna interesante en la medida en que cambien y por lo menos se actualicen de acuerdo al tiempo en que se presenten.