Tagoro

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Tenía casi cinco años cuando le pusieron nombre. A partir de mayo de 2016 ya lo podíamos llamar Tagoro. Quiero pensar que la demora se debió a que alguien, como yo, deseaba que en lugar de un volcán hubiera que bautizar a una isla. Una nueva isla. También me da por imaginar que de esa decepción nació la prisa por satisfacer una demanda de mayor edad y una isla de verdad, La Graciosa, se convirtió por fin en una isla de verdad. Tagoro no. Tagoro sigue siendo un volcán. Un bebé volcán que nació a finales de 2011 al sur de El Hierro y en febrero de 2012 decidió que ya era suficiente. Nunca sabremos si por desidia o miedo, esa promesa de isla se quedó en un susto, un recordatorio de lo que habita y se mueve debajo de casa.

Kavachi podría ser el maestro espiritual de Tagoro. Aunque lo más probable es que ni se conozcan. Kavachi nació en 1939 (aproximadamente) en las islas Salomón del Pacífico Sur y en sus casi 80 años de vida ha tenido al menos 33 episodios de actividad volcánica, el último en 2014. Alguno de ellos prometió aquello que Tagoro quiso evitar y hasta en nueve ocasiones una pequeña isla de lava se formó en la superficie oceánica. Una isla tímida, debilucha asoma la cara, para luego desaparecer erosionada por las olas. Kavachi es a la vez ejemplo de tesón y de inconstancia. Kavachi le enseño a Tagoro todo lo que hay que hacer para sobresalir y a la vez le mostró que no vale la pena.

Llevo taitantos días (no los pienso contar) metido en casa y créanme que entiendo a Tagoro. Incluso a Kavachi. Putas mis ganas de salir por más que el cuerpo me lo pida. Tengo la edad suficiente para saber de sobra la cantidad de energía que necesito invertir en salir a la normalidad. En ser normal. Normal de los de siempre, no me agobien con la nueva normalidad. Quizá debería limitarme a pedir casito con alguna erupción de tanto en tanto para luego retirarme de nuevo a un lugar más profundo. Aparentar interés por un tiempo y luego esconderme tras una ola. Quizá, incluso, intentar aportar algo al entorno desde mi encierro. Si ellos, Kavachi y Tagoro, lo han conseguido no veo por qué no debería yo al menos intentarlo. Pero evitar salir. Porque, para qué.

(Spoiler: recibo un mail del jefe sobre ser nuevo y normal.)