El Sionismo contra Hamas, el integrismo israelí frente al integrismo islámico. Son una pareja indisociable. Cada uno es la razón de ser del otro, sólo viven oponiéndose porque son grupos que no saben ofrecer soluciones positivas, constructivas sino que se confirman y crecen en el ataque, en la destrucción.
Probablemente no conozcan los momentos del proceso dialéctico pero son la Tesis y Antítesis de la que difícilmente surgirá una Síntesis superadora.
Los de Hamas rompen treguas, si las aguas están calmadas se encargan de agitarlas, provocan lanzando cohetes, atacan desde los túneles, usan a su gente como escudo humano y facilitan imágenes desgarradoras a las cámaras de televisión. La batalla de la imagen la tienen ganada así como el apoyo de los sedicentes progres (los Bardem y Willy Toledo suspiran tranquilos porque su causa sigue viva).
En el otro lado, el Sionismo puro y duro alcanza siempre suficiente respaldo electoral para presionar al gobierno de turno hacia las posturas más extremas, aumenta el número de colonos que se instalan en zonas disputadas con Palestina, exhibe su superioridad técnica y militar lanzando ataques indiscriminados y excesivos, son más pudorosos y no exhiben a sus muertos ante los medios de comunicación. Cuentan con el apoyo del gran amigo americano y quieren mantener el cliché de pueblo perseguido históricamente y rodeado de enemigos pero esa imagen ya ha perdido mucho crédito y hoy Israel, más que un país que posee un ejército, parece un ejército que domina a un país.
Hace ya demasiado tiempo que son uno de los puntos conflictivos más calientes del planeta. Su enfrentamiento va más allá de ellos mismos, tiene un efecto multiplicador que en cualquier momento podría ser demoledor.
¿No se les podría imponer la paz por la fuerza? Están dejando en evidencia a los organismos internacionales- especialmente la ONU-que deberían ser los encargados de mediar en esta guerra.
Ahora, siguiendo su perverso ciclo, vendrá una nueva tregua que pronto será violada y así sucesivamente.