Tal. Segundo Capítulo. Cuando Una Sensación Se Convierte En Una Imagen.

Publicado el 05 noviembre 2018 por Carlosgu82
  • ¿Será que en el mundo los cambios verdaderos comienzan a suceder cuando uno logra olvidar el pasado, simplemente?

Mientras el bebedor decía todo esto, su interlocutor emanaba un misterio que rodeaba todo el ambiente.

Consciente de ese ambiente de misterio que su vecino emanaba, dijo para distraer:

  • Eres buen conversador, deberías escribir.
  • Ahora, por ejemplo, estoy escribiendo una obra que se llama “Tal”. Se me ocurrió durante esa entrevista con la psicóloga que ahora recuerdo. Unos personajes que no sé a dónde van pero aparecen cuando me pongo a echar frases hasta que se convierten en un río. .

Al principio el narrador se distrajo con la llegada de su nuevo acompañante, hasta que se dio cuenta de que la misma mujer que había visto entrar con el rabillo del ojo seguía sentada a su espalda. La mujer se veía como cualquiera de las que acostumbraban a escuchar las historias de un narrador salvo porque esta no quería eso en lo absoluto. El narrador se volvió para mirarla bien. Pudo notar en sus ojos esa angustia producida en su rostro y supo que se debía al recién llegado. Fue en sus ojos que vio el ambiente de misterio que su interlocutor manaba:

  • ¿Has escrito algún libro? -preguntó el misterioso recién llegado como si supiera lo que el narrador había comenzado a deducir.
  • He narrado muchos libros que no escribo, o los escribo en la memoria de gente que escucha. Mira, el problema es que no me dedico a publicar, es tan difícil, no entiendo cómo un escritor puede ser escritor teniendo que publicar. Yo sé que hay que hacer un esfuerzo para que el mensaje llegue, pero no comprendo cómo se puede ni siquiera corregir lo que uno escribe. Hasta el lector puede hacer eso.. Además, carezco de los contactos necesarios entre los piensarios, por llamarlo de esa manera, que es como bestiario pero para nosotros. Así que vengo a contar mis historias a este lugar, hasta que una editora se enamore de mí, dicen que a veces pasa. Según algunos hasta suele suceder, pero al mismo tiempo nadie cree que sea posible.
  • Pero tú no crees…
  • No, no creo nada, tengo la teoría de que en esta sociedad creer es un vicio que la gente común necesita por temor a lo que somos en el fondo. Aquí en este país todo el mundo anda corriendo para hacer cosas aunque no hagas más que ponerlas peor. De tanto equivocarse, el error parece acierto, pero de lejos se ve como la enfermedad. Todo el mundo camina convencido de lo que tiene que hacer sin detenerse por un momento a pensar qué otras alternativas hay para la felicidad. Les dijeron que así es la cosa y así van. Los filósofos de izquierda, si es que eso existe, se ganan la vida investigando ese fenómeno.
  • Nunca lo había pensado de esa manera.
  • Apuesto a que ni siquiera lo habías pensado.
  • Está bien, no lo había pensado, pero lo he vivido, escapé de esa realidad haciendo tratos. Al principio pensé que era libre, pero esos tratos se convirtieron en una trampa, supongo que como todos los tratos. El último que hice fue el primero con nombre y apellido juntos, ese era el Con Trato que me trajo hasta aquí. Pero no tengo apuro, ya que estamos aquí, por qué no me cuentas lo que escribes, es la primera vez que… alguien tiene algo que decir.

A pesar de estar acostumbrado a ese tipo de petición de gente que lo invitaba a beber, y en ocasiones hasta le dejaban buen dinero a cambio de escuchar historias, se contrajo sin que nadie se diera cuenta. Quizá algún visitante le había recomendado la conversa, pero a pesar de su hambre no le interesaba mucho comer. El motivo de que continuara hablando era más bien intriga y curiosidad, por el poco parecido que tenía su visitante actual con ningún otro espécimen urbano de esas latitudes.

  • Está bien, escucha. Es muy simple, todo depende de un impulso para transformar un mundo que luego nos transforma a nosotros. Comienza con un sueño que tuve una de esas noches en que no podía dormir porque había olvidado una frase, creo que era, o la estructura de una novela completa.

Yo

  • Que arrechera esta vaina – me digo con el lápiz en la mano.

“Me levanto, cojo un cigarro y lo enciendo. Después me siento.

  • ¡Coño’e la madre!

“Suelto el lápiz y miro a la pared. La pared no me dice nada. Lo levanto para escribir.

“¿Por qué no hay nada mejor que hacer?”, pienso. Y vuelvo a soltar el lápiz. Pero una sensación solitaria me dice que debo seguir adelante porque algo bueno está por suceder, y en cierta forma, la más cierta, creo yo, mi vida depende de eso. Un torbellino pasa por mi mente y apenas puedo respirar. Me desespero cada vez más, hasta que una sensación se convierte en una imagen.

“Abro la puerta de mi pequeña habitación de ese pueblo donde llegué para intentar encausar el caudal de una juventud descarriada. Era un sitio con cielo, estrellas y un agujero que alguna vez hizo algún viejo para iluminar alguna reunión, mientras contaba sus historias en los tiempos en que todavía no se escribía.

“En eso observo un hombre parado enfrente. A esas horas y sin chaqueta, con un pie apoyado en la pared mientras fuma un cigarrillo imposible. Impasible, él no me mira. Parecía tener todo resuelto, incluso su muerte. Porque, ¿quién que no prevea su muerte podría tener tan buen semblante? Posiblemente otro que nunca haya pensado en nada, y menos en la muerte, pero en estos tiempos en que conocemos el ocio, la arrogancia es como un herpes que tenemos todos, que se contagia al pensar y decir lo que piensas… porque es difícil pensar que alguien no piensa en estos tiempos, solo hay un beneficio común que pocos se atreven a pensar.

“Yo observo al hombre que no sabe que lo observo, y si lo sabe no parece importarle en lo más mínimo. Entonces decido ir para ver qué es lo que es.

  • Hey amigo – se me escapa la frase de hombre buenachón, que vaina, necesitaba otra cosa para esta ocación.

“Tengo que usar otra”,  pienso,  “las historias que comienzan así termina mal, empecemos desde lo mal a ver qué hay más allá”.

  • Epa, tú.
  • ¿Habla conmigo?
  • Claro imbécil, no hay nadie más.
  • Todavía no, pero dentro de un rato habrá.
  • ¿Nunca te han matado por andar prediciendo cosas? -digo, y después pienso que hay algo incoherente en esa frase.
  • No, todavía no. Pero creo que esta noche será la primera vez.

Observo un poco al tipo para ver si trata de burlarse de mí, pero parece serio.

– Si no te quitas ahora te puedes morir antes de que te…

  • Igual voy a morirme hoy –dice, antes de que pueda corregirme yo mismo.

Yo no entiendo nada, no es lo que me esperaba.

  • Me voy a parar en la entrada de aquella puerta a esperar para ver cómo te mueres, y si no te mueres, te voy a matar.
  • De acuerdo -contesta el tipo, imperturbable, cosa que sigue molestándome.

Llego hasta la entrada de mi cuarto. Veo la máquina de escribir a un lado como siempre. Nunca la uso, pero esta vez me decido por ella, y comienzo: