Creo que llevo ya millones de años gritando por aquí que la izquierda no es más que la asunción de la verdad y la realización de la justicia. De modo que sólo por coherencia personal no puedo admitir que formen parte de la izquierda los que mienten y los que participan en la comisión de injusticias. Había algo en mi antiguo credo religioso del cristianismo que me fascinaba: si tú habías difamado a alguien, o le habías desprovisto de algo injustamente, el confesor no te daba la absolución si no reparabas totalmente el daño causado. Hoy, hay un coro innumerable de hipócritas fariseos que difaman a todo el mundo por igual, basta con que el individuo que someten a su crítica pertenezca a un partido rival para macharlo salvajemente. Acabamos de verlo con esa tal Talegón, la tía, viene, llega y dice que mal se puede intentara reformar una sociedad tan injusta como la que padecemos desde los salones de un hotel de 5 estrellas. Y, ahora, viene lo tremendo, lo canallesco, lo injusto y por lo tanto lo que sitúa a los que realizan tal conducta fuera de la izquierda, de acuerdo con aquel concepto de la misma que incluimos al principio, si estamos faltando a la verdad de alguna manera, en algún momento, en ese preciso instante, abjuramos de sus principios y, por lo tanto, abandonamos su estrecho recinto y nos situamos en la puñetera derecha, por lo menos, si no en la ultraderecha o incluso en el más puro nazifascismo. Porque en la lucha política no vale todo. Por eso yo, ayer traía a aquí a colación la Gestapo, aquella terrible policía política que bajo la inspiración de los principios de Goebbels, fue la encargada de justificar la aniquilación del enemigo político, mediante su previo desprestigio. Yo soy tan comunista como el que más y he abominado expresamente por aquí, hasta la saciedad, de gentes tales como el tal Felipe González, pero no estoy dispuesto a perseguir salvajemente a todo el que aparezca en el panorama político simplemente porque actúe bajo las siglas del Psoe, es más, creo que estamos cometiendo un error histórico esencial, fundamental, ya que la única manera que tenemos de quitarnos de encima a este partido nazifascista que nos oprime y explota sería mediante la unión de todos los que nos predicamos de izquierda, como han hecho ELLOS, que se han unido férreamente desde posiciones tan distintas como los falangistas y el Opus Dei que en otros tiempos lucharon entre sí a muerte: Fraga contra los tecnócratas López Rodó y otros lópeces. Creo que todas las voces que se han alzado tan virulentas contra la Talegón lo han hecho porque pensaban que una chica tan joven y sincera, que decía lo que pensaba aunque ello pareciera que perjudicaba inicialmente a su propio partido, podía erigirse como una posible futura líder del Psoe y eso era, para ellos, absolutamente intolerable, al Psoe nada de nada, no ya agua sino siquiera el aire. Joder, qué tropa, coño. Y, abundando sobre esto, que yo recuerde no he visto hasta ahora que, desde las filas mediáticas del Psoe, se haya desatado nunca una campaña de prensa tan furiosa e irracional contra un líder comunista como la que se ha producido con esta pobre muchacha, que ha acabado llorando a moco tendido porque la pobre no ha logrado entender lo que le pasa, que le sacudan desde la ultraderecha estoy seguro de que lo entiende, que la descuarticen inmisericordemente gente que se auto proclama de izquierdas no lo ha logrado comprender porque, coño, ella no había hecho otra cosa que intentar, erróneamente a mi juicio, darles a estos jodidos inquisidores la razón, no fue, no sé si ahora será capaz de asimilar que en esta asquerosa sociedad actual española, una sedicente parte de la izquierda radical ha adoptado la más suicida de todas las conductas, creyendo que puede ganar las elecciones ella sola, estando penalizada como lo está por unas normas electorales absolutamente canallescas consagradas para siempre en una inicua Constitución. Es por eso que soy profundamente pesimista, tanto que empiezo a pensar que el jodido Rajoy puede incluso llegar a tener razón cuando nos acusa a todos los que integramos la izquierda de basar nuestro conducta politica en un sentimiento tan nocivo y execrable como es la envidia que, como se sabe, es sentir pena por los éxitos ajenos y alegría por sus desdichas. Porque yo no encuentro otra explicación mínimamente razonable en ese furibundo ataque que, desde todo el periodismo izquierdista, se ha desatado contra esta pobre mujer que, al fin, ha concluido llorando porque era incapaz de entender cómo se le criticaba tanto desde la izquierda por haberse atrevido a decir una sola verdad.
Creo que llevo ya millones de años gritando por aquí que la izquierda no es más que la asunción de la verdad y la realización de la justicia. De modo que sólo por coherencia personal no puedo admitir que formen parte de la izquierda los que mienten y los que participan en la comisión de injusticias. Había algo en mi antiguo credo religioso del cristianismo que me fascinaba: si tú habías difamado a alguien, o le habías desprovisto de algo injustamente, el confesor no te daba la absolución si no reparabas totalmente el daño causado. Hoy, hay un coro innumerable de hipócritas fariseos que difaman a todo el mundo por igual, basta con que el individuo que someten a su crítica pertenezca a un partido rival para macharlo salvajemente. Acabamos de verlo con esa tal Talegón, la tía, viene, llega y dice que mal se puede intentara reformar una sociedad tan injusta como la que padecemos desde los salones de un hotel de 5 estrellas. Y, ahora, viene lo tremendo, lo canallesco, lo injusto y por lo tanto lo que sitúa a los que realizan tal conducta fuera de la izquierda, de acuerdo con aquel concepto de la misma que incluimos al principio, si estamos faltando a la verdad de alguna manera, en algún momento, en ese preciso instante, abjuramos de sus principios y, por lo tanto, abandonamos su estrecho recinto y nos situamos en la puñetera derecha, por lo menos, si no en la ultraderecha o incluso en el más puro nazifascismo. Porque en la lucha política no vale todo. Por eso yo, ayer traía a aquí a colación la Gestapo, aquella terrible policía política que bajo la inspiración de los principios de Goebbels, fue la encargada de justificar la aniquilación del enemigo político, mediante su previo desprestigio. Yo soy tan comunista como el que más y he abominado expresamente por aquí, hasta la saciedad, de gentes tales como el tal Felipe González, pero no estoy dispuesto a perseguir salvajemente a todo el que aparezca en el panorama político simplemente porque actúe bajo las siglas del Psoe, es más, creo que estamos cometiendo un error histórico esencial, fundamental, ya que la única manera que tenemos de quitarnos de encima a este partido nazifascista que nos oprime y explota sería mediante la unión de todos los que nos predicamos de izquierda, como han hecho ELLOS, que se han unido férreamente desde posiciones tan distintas como los falangistas y el Opus Dei que en otros tiempos lucharon entre sí a muerte: Fraga contra los tecnócratas López Rodó y otros lópeces. Creo que todas las voces que se han alzado tan virulentas contra la Talegón lo han hecho porque pensaban que una chica tan joven y sincera, que decía lo que pensaba aunque ello pareciera que perjudicaba inicialmente a su propio partido, podía erigirse como una posible futura líder del Psoe y eso era, para ellos, absolutamente intolerable, al Psoe nada de nada, no ya agua sino siquiera el aire. Joder, qué tropa, coño. Y, abundando sobre esto, que yo recuerde no he visto hasta ahora que, desde las filas mediáticas del Psoe, se haya desatado nunca una campaña de prensa tan furiosa e irracional contra un líder comunista como la que se ha producido con esta pobre muchacha, que ha acabado llorando a moco tendido porque la pobre no ha logrado entender lo que le pasa, que le sacudan desde la ultraderecha estoy seguro de que lo entiende, que la descuarticen inmisericordemente gente que se auto proclama de izquierdas no lo ha logrado comprender porque, coño, ella no había hecho otra cosa que intentar, erróneamente a mi juicio, darles a estos jodidos inquisidores la razón, no fue, no sé si ahora será capaz de asimilar que en esta asquerosa sociedad actual española, una sedicente parte de la izquierda radical ha adoptado la más suicida de todas las conductas, creyendo que puede ganar las elecciones ella sola, estando penalizada como lo está por unas normas electorales absolutamente canallescas consagradas para siempre en una inicua Constitución. Es por eso que soy profundamente pesimista, tanto que empiezo a pensar que el jodido Rajoy puede incluso llegar a tener razón cuando nos acusa a todos los que integramos la izquierda de basar nuestro conducta politica en un sentimiento tan nocivo y execrable como es la envidia que, como se sabe, es sentir pena por los éxitos ajenos y alegría por sus desdichas. Porque yo no encuentro otra explicación mínimamente razonable en ese furibundo ataque que, desde todo el periodismo izquierdista, se ha desatado contra esta pobre mujer que, al fin, ha concluido llorando porque era incapaz de entender cómo se le criticaba tanto desde la izquierda por haberse atrevido a decir una sola verdad.