Leonardo da Vinci, Autorretrato hecho entre 1512 y 1515
Sin dudas todo hemos oído hablar de Leonardo Da Vinci y de sus grandes obras. Si miramos su “Curriculum Vitae” nos encontraremos con que fue, a la vez, artista, pintor, científico, ingeniero, inventor, anatomista, escultor, arquitecto, urbanista, botánico, músico, poeta, filósofo y escritor. También no encontraremos con que, frecuentemente es decrito como un arquetipo y símbolo del hombre del Renacimiento, genio universal, y no el olvidemos su labor de filósofo humanista, cuya curiosidad infinita sólo puede ser equiparable a su capacidad inventiva.
Sin dudas Leonardo da Vinci es considerado como uno de los más grandes pintores de todos los tiempos y, probablemente, la persona con el mayor número de talentos en múltiples disciplinas que jamás haya vivido.
No sería de extrañar si les digo que el genio al que se le atribuye el diseño de muchas de las cosas que utilizamos actualmente (muchas de ellas durante su estadio en la corte de Francisco I de Francia), tales como el paracaídas, el helicoptero, el automóvil (del cual les hable en una entrada pasada), el inodoro, la instalación de agua caliente, e incluso las tijeras.
Recreación pictórica de la muerte de Leonardo en los brazos de Francisco I. Recreación tradicional de la muerte del genio
Sin embargo si sería extraño decir que existe quien piensa que su trabajo no tuvo la calidad esperada, o incluso que su talento fue desaprovechado. ¿Quién puede llegar a pensar eso? Pues el mismísimo Leonardo… ¿Cómo? Pues verán, resulta ser que, según asegura un gran número de historiadores y de especialistas en arte, aquel 2 de mayo de 1519, en la propiedad de su amigo el rey Francisco, el genio italiano no hacía más que repetir una y otra vez lo decepcionado que estaba con su trabajo.
Las versiones son al menos dos, algunos aseguran que en el momento predecesor a la extremaunción, Leonardo declaro:
“He ofendido a Dios y la humanidad porque mi trabajo no tuvo la calidad que debería haber tenido”
Mientras otros aseguran que sus últimas palabras fueron:
“He pecado de ingratitud. Dios me dio talento y no he sabido aprovecharlo”.
Sea como sea, si Da Vinci esta tan seguro de su “falta” y esta, en una suposición algo descabellada, llega por casualidad a ser real… ¿Se imaginan todo lo que nos hemos perdido? .
Fuentes: Wikipedia
Revista “Historia y Vida”
Libro “Las Hemorroides de Napoleon…” de Jose Miguel Carrilo de Albornoz
Tumba de Leonardo da Vinci en la capilla de Saint-Hubert, en Amboise, Francia.