Del oboísta y compositor francés Gilles Silvestrini pudimos escuchar dos lienzos distintos pero de "pinceladas maestras" donde Andrés Fernández jugó con una amplísima y virtuosa paleta de unas partituras con variadas reminiscencias, explorando sonoridades extremas de un instrumento siempre melódico, más de lo esperado a solo: De los Seis cuadros para oboe solo, el nº 2 "Potager et Arbres en Fleurs, Printemps Pontoise", el cuadro de Camile Pissarro primaveral árbol en flor como inspiración de expresividad máxima, incluso espacial en la búsqueda de colores plenos más allá del impresionismo, proyectando el sonido en las dos alas del claustro, ligero, de acento ruso y extremista sin perder expresión para todo un recital de oboe, y tras el estreno comentado, el nº 8 "Le Ballet Espagnol de E. Manet", cuadro lleno de luz para un nuevo lucimiento solista, ese baile español que me trajo recuerdos de viajes, rumores de la caleta malagueña de Albéniz, expresividad desde la exploración tímbrica de tintes mediterráneos con pellizco flamenco de Alhambra orientalista como la de nuestro Falla, momentos sonoros cercanos al corno inglés ante un registro grave muy compacto, auténtico muestrario de notas extremas cual arco violinístico para semejar dos voces sin perder sentido melódico, verdaderos lienzos maestros con el pincel del oboe de Andrés Fernández.
Arranca el oboe solo contestado por pinceladas del piano a base de acordes en melodía tranquila antes de desarrollar un tema de aire ruso por fraseo y acompañamiento, ganando en intensidad y tiempo de forma simultánea para un segundo tema jugando en unísonos, notas cortas y silencios, stacatos en ambos protagonistas y un remanso pianístico solo preparando el tercer tema casi oriental y variando el primero, momentos "ad libitum" antes de un puente del piano que retoma el tempo lento de fraseo muy melódico por parte del oboe, escritura muy clásica con los rellenos armónicos del piano donde no faltan notas pedales que engrandecen una sentimental melodía. Prosigue esta fantasía con un crescendo y tempo agitado a base de arpegios y trinos desembocando en un lento y brillante tema de aire francés con unos graves en el piano que contrastan tímbricantemente con el oboe y caminan juntos hacia un final sin excesos, mínima pausa con e silencio subrayando el vivo y aumento dinámico hasta un seco y concluyente fortísimo.Tras el ya comentado segundo cuadro del oboista francés, se cerraba el círculo virtuoso con el Adagio y allegro op. 70 de Schumann, perfecto principio y final, auténticas "romanzas sin palabras" del Leipzig de Félix y Robert, el “lied” lento de verbo abstracto y claro seguido del “allegro” final tortuoso y brillante, cascada sentimental de protagonismo compartido en el más puro romanticismo alemán.
Del público veraniego irreverente y maleducado volver a destacar sus móviles, movimientos ruidosos de sillas, desvergüenza en marcharse sin esperar una pausa entre obras y demás lindezas que mejor no cabrearse ante el incivismo campante de nuestro tiempo. Por lo menos los fotógrafos respetan los tiempos y algunos incluso desactivan el "click" de sus cámaras digitales, marchando a las redacciones al finalizar los intérpretes. Supongo que algo de complicidad artística hay. Todavía queda mucha música de verano en Oviedo, y en las de pago espero no pasar vergüenza ajena.