También en España se escondieron algunos nazis tras la Segunda Guerra Mundial

Publicado el 28 octubre 2016 por Emethgolem @NombredeIsrael

«Han sacado las cosas de quicio acusándome de tantas barbaridades. Total, por mearle encima a una judía embarazada…»

Tras la debacle alemana en la segunda guerra mundial se produjo una huida masiva de nazis alemanes. Sus destinos fueron principalmente algunos países de sudamérica y el mundo árabe donde gozaban de buena acogida compartían su furibundo antisemitismo y sintonia con las dictaduras que los gobernaban.

Pero España también tuvo, o tuvimos, la desgracia de alojar a algunos de esos criminales.

Socarron y graciosete, Hauke Pattist el autor de la frase con que empieza esta nota, fue uno de esos miserables nazis.

                                         (

“…Total, por mearle encima a una judía embarazada…”

Este cachondo, en su juventud, entre chiste y chiste mandaba a algun judio a la camara de gas
En Ribadesella lo recuerdan como un anciano alto y pálido que movía mucho las manos al hablar. Un tipo agudo, socarrón, con tendencia a celebrar sus propios chistes, que pasaba largas temporadas en Oviedo.
Los investigadores Manuel Carballal y Clara Tahoces consiguieron localizarlo a finales de los 90. A Pattist lo buscaba la justicia holandesa por crímenes de guerra.
En 1946 un tribunal lo había condenado a cadena perpetua como culpable de la detención de más de 2.000 judíos en Amsterdam, muchos de los cuales fueron torturados o asesinados después
Escapó.
La Fundación Wiesenthal lo consideraba un objetivo prioritario.
Pattis reconocía abiertamente su militancia en las SS.
Hauke Pattist murió en Langreo en enero de 2001.
España jamás admitió a trámite ninguna de las solicitudes de extradición del gobierno holandés.
¿Quedan nazis vivos refugiados en España? La respuesta la da el experto Joan Cantarero: «Claro que los hay. Pero no se les encuentra porque no se les quiere buscar».
El autor de ‘La huella de la bota’ (Temas de Hoy), un minucioso trabajo de investigación en el que pone al descubierto las vinculaciones entre las organizaciones ultraderechistas «legalmente constituidas» y destacados elementos del nazismo acogidos por España tras la Segunda Guerra Mundial, da tres nombres sin pestañear: Herbert Schaefer, Theodor Soucek y Fredrik Jensen. Y hay sospechas fundadas de que un cuarto hombre, Aribert Heim, alias el ‘doctor Muerte’ y ‘el carnicero’ de Mauthausen, también goza o ha gozado de un tranquilo retiro a orillas del Mediterráneo
A sus ochenta y tantos, Soucek no se esconde. Reside en la urbanización Xanadú, de Benalmádena, y aunque anda bastante tocado desde hace años, todavía sacaba fuerzas para descolgarse, de vez en cuando, con algún texto revisionista que publicaba en revistas tan inequívocas como ‘Sieg’.
Comparte los círculos negacionistas del Holocausto con su vecino, un agradable señor, educado y vehemente, de procedencia nórdica, que presume del ‘privilegio’ de ser el único extranjero laureado por el Führer con la Cruz de Oro: Frederick Jensen
Tras la guerra, pasó diez años en prisión. Después, en Suecia, se convirtió en un próspero industrial, hasta que, a finales de los 70, adquirió un chalé de 800 metros en la Costa del Sol. A lo largo de su ‘jubilación’ solo ha sufrido un disgusto de cierta entidad. Gracias a las presiones de la Interpol, que continuaba buscándolo, en 1994 fue detenido y deportado a los Estados Unidos, aunque el proceso acabó de nuevo con Jensen en Andalucía
En algunas de las reuniones periódicas en las que Jensen y Soucek recuerdan sus batallitas del pasado se deja ver Herbert Schaefer, abogado de las SS, residente en la avenida del Mar (Arroyo de la Miel, Málaga), a quien, además de la historia y los negocios, le interesa el arte. Tanto como para exponer su colección en la Universidad de Yale, donde un estudiante judío reconoció uno de los cuadros que los alemanes habían ‘requisado’ a su familia durante el expolio nazi. Se le busca, entre otras lindezas, por traficar con piezas robadas. Aribert Heim, el cuarto hombre, el primer ‘as’ de la baraja, tenía unas aficiones un tanto particulares. Le gustaba, por ejemplo, abrir en canal a dos gemelos judíos, extraerles el páncreas y cronometrar el tiempo que tardaban en morir. Los españoles de Mauthausen le llamaban ‘el banderillero’, por su empeño en pincharles hormonas de animales, benceno, combustible para tanques Ni Schaefer, ni Soucek, ni Jensen han mostrado jamás el más mínimo signo de arrepentimiento. Tampoco lo hicieron Wolfgant Jugler (considerado por Hitler el hijo que nunca tuvo), Otto Remer (fallecido en octubre de 1997), ni Hans Hoffman (octubre de 1998) o Leon Degrelle (marzo de 1994), todos ellos altos cargos de la SS que acabaron sus días en España. Sus conciencias parecían inmunizadas contra la culpa, al igual que la de Hauke Pattist, el abuelo del principio, tan campechano y bonachón, que se despidió de su entrevista con los investigadores Manuel Carballal y Clara Tahoces con un chiste: «¡Eh!», les gritó, cuando ya se iban: «¿Sabéis cómo entran 50 judíos en un Seiscientos?» Pausa expectante, sonrisa abierta y guiño cómplice. «¡Pues en el cenicero!” Bueno Pattist, estes donde estés…ahora te puedes mear en tu p-ta madre.
Fuente: 

ttp://www.eldiariomontanes.es/v/20110123/sociedad/destacados/espana-nido-nazis-20110123.html