También esto pasará

Por Expatxcojones

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Conocí a su madre —literariamente hablando— hace ya algunos años. No fue casualidad. Fue fruto de esta obsesión mía por leer biografías, autobiografías y libros de memorias.
Ese día, de entre todos los que había en el estante, el suyo me atrajo sólo con leer el título, Confesiones de una vieja dama indigna. Lo compré y no me decepcionó. Con ella me sumergí en ese mundo de escritores, editores y artistas pertenecientes a la “gauche divine” barcelonesa. Una época por la que siempre he sentido gran atracción.
En sus libros de memorias —publicó cuatro— Esther Tusquets habla sin pudor de su trabajo en la editorial, los escritores que conoce, los amantes que tiene, sus hijos, sus padres… Y es que esta vieja dama indigna, según sus propias palabras, vive como quiere y dice lo que piensa. Hasta que la muerte se la lleva. Una noche de finales de julio de 2012. Estaba a punto de cumplir 76 años y hacía tiempo que padecía Párkinson.
Ella muere y yo sigo leyendo. Descubriendo otros escritores, otros épocas, otros páises. Así es la vida. Unos vienen y otros que se van. Y entonces llega Sant Jordi, la gran fiesta del libro en Cataluña, y un amigo me regala uno. No tiene más de 200 páginas. La portada no me dice absolutamente nada. Una pintura del mar. Una barca. Cuatro rocas y dos personas sentadas en la arena, de espaldas.
   —Es una novela —me dice—  me ha gustado muchísimo.   —Gracias. No sé qué me pasa pero últimamente me cuesta leer ficción. No me la creo, no me engancha, pasadas unas páginas pierdo el interés.   —Esta te va a encantar, ya verás.
Y así es. Qué lástima que sea tan corta. Porque a pesar de ser novela tiene mucho de verdad. La autora es la hija de la fallecida y el libro una carta de despedida a la madre que se fue. Pero lejos de ser una lectura triste, destila humor y ganas de vivir.
Ya casi al final del libro leo un párrafo y, a pesar de ser la primera vez que lo hago, es como si lo hubiera escuchado otras mil veces. Mi padre no para de repetirlo. Nunca se cansa. Y sonrío al recordarlo. A él y sus palabras. Aquí va:
Érase una vez en un lujar muy lejano, tal vez China, había un emperador poderosísimo y listo y compasivo, que un día reunió a todos los sabios del reino, filósofos, a los matemáticos, a los científicos, a los poetas, y les dijo: “Quiero una frase corta, que sirva en todas las circunstancias posibles, siempre”. Los sabios se retiraron y pasaron meses y meses pensando. Finalmente, regresaron y le dijeron al emperador. “Ya tenemos la frase, es la siguiente: “También esto pasará”.
Porque el dolor y la tristeza pasan, igual que la euforia y la felicidad.
   También esto pasará   Milena Busquets