El que avisa no es traidor. Muchos lectores creen que los mejores halagos que puede recibir una obra literaria se podrían aplicar también a un buen plato de comida: «una novela deliciosa», «exquisita», «apetecible», «la devoré en una tarde». Bien, esta vez no. Este título ha llegado para incomodarnos, para cuestionar los tópicos, para, incluso, hacernos sufrir (sí, sufrir): Tan poca vida (2015), la segunda publicación de la escritora de origen hawaiano Hanya Yanagihara (Los Ángeles, 1974), no pretende ser ni deliciosa, ni exquisita, ni apetecible. Tampoco se «devora», porque su extensión y su tono requieren una dedicación prolongada. Tanto la autora como su agente pensaron que se vendería mal por tratar un tema demasiado molesto, demasiado poco comercial.Contra todo pronóstico, se convirtió en un fenómeno y resultó finalista del Man Booker Prize y el National Book Award. La compararon con Donna Tartt y Jonathan Franzen (más acertado el parecido con este último, por la ausencia de un misterio en la trama), pero Hanya Yanagihara tiene su propia voz, que firma una novela insólita, ambiciosa y sobrecogedora, de la que nadie sale indemne.La búsqueda de identidad
Hanya Yanagihara
Y, pese al dolor omnipresente, Hanya Yanagihara celebra los milagros de la vida: el amor, la amistad, el arte. Milagros con fecha de caducidad, como todo en esta dimensión, pero milagros al fin y al cabo. Con una escritura excepcional —un libro de esos que se subrayan, tanto por sus lúcidas reflexiones como por la belleza feroz de algunos pasajes—, arrastra al lector hasta el lado más íntimo del ser humano, un lado tan íntimo que descoloca. Porque no ofrece la cara amable. Porque rompe estereotipos. Porque obliga a repensar muchos temas (amistad masculina, límites de las relaciones, tratamiento de la enfermedad). Tan poca vida es una novela sobre un personaje memorable y una relación memorable; su punto fuerte está en los lazos más que en las individualidades. No es perfecta, ya que, al igual que su protagonista, tiene dolor (y páginas) en demasía. No, no es perfecta, pero es muy especial, y tiene esa rara cualidad de conmover al lector con un planteamiento original, que aporta una mirada inesperada sobre las relaciones afectivas. Toda una experiencia, toda una sacudida. El que avisa no es traidor.