De movimientos audaces y esquivos que hacen recordar a sus primos, los otros tangaráes, desafío inmenso para el fotógrafo en su afán de capturar su belleza, pero al mismo tiempo satisfacción del naturalista que lo sabe cerca, que lo sabe anidando a pocos kilómetros del denso de la ciudad.
Anide tranquilo amigo nuestro, porque a cambio del instante, del momento compartido con usted, resguardamos el dato de su nido...