La descripción de la noche en donde el engendro cobra vida es una pesadilla hecha a valses sonando juntos con sórdida cadencia. Una cacofonía de truenos y relámpagos inquieta al ático. En un Quincho sin techo Irene Tanguestein ata a la criatura - que es Androgina y de apariencia indescriptible - a cuatro vitrolas de cobre apuntando a la tormenta. Bajo una campana de sanguches con una calcomanía del cachafaz la piel multiforme del engendro espera inmóvil. Una sucesión de truenos baja por las vitrolas curvando el cuerpo en espasmos galvánicos. Pero nada sucede. La doctora Tanguestein golpea en vano el pecho y media hora mas tarde se da por vencida. Se encierra en su cuarto y pone uno tras otro los éxitos de D'arienzo. Suena "El Huracan" y Entonces oye unos pasos en la sala contigua. En la oscuridad la criatura baila imposiblemente, pletórica de vida, con pasos olvidados, con un cuerpo que es a la vez todos los cuerpos, con un paso que no es ninguno, con los dos brazos en alto y sin abrazar, ansiedad y espera, líder y follower al mismo tiempo, sin ser nada. Otra sucesión de relámpagos revela la horrenda cara de la criatura que padece con los ojos diferente inyectados en vino y melancolía. Los pies que quieren ser cuatro y solo son dos, aprisionados por un giro sin consuelo implorando milonga. La criatura tiembla, su olor es a la vez repulsivo y casi sexual, su aliento cloaca y verso. Reprimiendo una nausea profunda Tanguenstein se encastra en su criatura, buscando la cadencia. Es en vano. El monstruo no puede abrazar. Quiere ser toda la pareja y su cerebro escindido enloquece. Impotente la doctora abraza y obliga a hacer unos pasos. Gira, gira y gira con el, sin encontrarse y sin reposo. Se desmaya, revive. Vuelve a desmayarse. El providencial cese de la música hace parar a la criatura. La mujer ve por fin lo que su afán ha creado. Con la mismas escobas ahuyenta a aquel ser increíble que domina todos los estilos sin entenderlos. Canaro!!!! grita con voz doliente el pobre monstruo que es a su vez recipiente del movimiento mas excelso y el cuerpo mas horrendo. Huye sin entender el repudio de su madre, la única que puede darle algo de cariño. Mata a Trombo en su huida y se pierde en las sombras, caminando sin propósito con el andar cadencioso de años de desengaño concentrados en apenas media hora de existencia. Lo que sigue es un vagabundear errático de conocimiento en busca de milongas. Roba choripanes, empanadas y vasos de vino semi llenos para comer, se hace un traje amorfo y unos zapatos de taco francés y taco aguja al mismo tiempo. Lee a Platon, a Borges, a Carriego, a Patricia Highsmith y a la Pizarnik. Es inútil que hable, que intente comunicarse con sus congéneres. Tiene una bella voz y poemas a flor de labios, pero su figura y su hedor complejo hace correr a aquellos con los que se cruza. Desde los ventanales ve las rondas y sabe que jamáś podrá bailar allí, pues tiene todos los tangos posibles hechos furia en el pecho. Confecciona una mascara, - mas bien una careta sostenida sobre sus orejas con cordeles - un sustituto de rostro que resume a Gardel y a Tita, se viste con un traje unisex, se calza los zapatos, se tira medio litro de colonia "La Franco" y "Givenchy" . En la penumbra pasa por practicante de Tango nuevo amante de tango maratones o un partidos de fútbol. Sin saber que hacer se cabecea y se acepta. Entonces aquel cuerpo sin paz va al centro de la pista y canaliza los movimientos, con los dos brazos en alto, girando y girando sin satisfacción en un frenesí de paso y adorno, de espera y cadencia. El movimiento es perturbador y brioso. El A.D.N. de miles de cadencias olvidadas se canaliza en aquel ser único. En el entusiasmo los cordeles se aflojan revelando la cara de rasgos y colores imposibles. La camisa/ vestido se rasga mostrando el pecho irisado de vellos y pezones diferentes. Los milongueros gritan, la ronda se detiene. Hasta la música huye de la sala. Los borrachos tiran vasos, las velas vuelan de las mesas. Ser huye. Una turba enloquecida que se anima coreando "Una carta" inicia la persecución con los tacos franceses y aguja en alto. Al borde del colapso vuelve al hogar de su creadora para pedir explicaciones, a rogarle modificaciones para que una parte sea abrazo, a pedirle una escisión o una criatura complementaria. "Tu me creaste, me hiciste con esta maravilla que no puedo expresar sin infundir terror, Todos los tangos del mundo y todas sus angustias viven en mi y de nada me sirve. Porque todos ven el mapa del tiempo y la repulsión en mi. No me abandones ahora, porque esto que hiede, que te repugna es mi alma que no puede tocar y nadie toca " La doctora huye asqueada de sus remordimientos y emociones , de su necedad. de la locura. Ha jugado a Diosa y no puede controlar su repugnancia y su asco, algo que a nuestro mismo creador, si es que existe, debe de sucederle a menudo. En el final luego de abandonar a la doctora, la criatura sube hasta la sima del K.2 y allí, cantando tangos tristes de Discepolo se hunde en el hielo perpetuo haciendo pasos imposibles que nadie verá jamás.
Tanguenstein. La fabula es suficientemente poderosa para no hacer mas comentarios.
Si editorial "El Croto" fuera una editorial seria y no una payasada inventada, creo que este es el libro que les gustaría editar.