La vida es una pasión inútil que hay que vivir con mucha pasión porque es la única que tenemos y, a largo plazo, no hay ninguna esperanza, por mucho que nos empeñemos.Julio Llamazares.
Son momentos donde me veo como Djukic frente a la ilusión que arrastra desde la infancia naufragada por la guerra. Acaso como Ángel González abandonando un lugar como Primont o el tío Mario pugnando contra la gula de Cronos por el amor de su vida. Podría ser ese escritor expuesto a fecundar un cuento de encargo sin hallar la tinta de la imaginación, rondando parques o cafés -como el Café Gijón- con el desahucio de la esperanza. Ser aquél fotógrafo avezado a vivir en soledad -pero sin ser cualquier soledad- o simplemente una fotografía un recuerdo propenso a nutrirme con derrotas tan eternas como las que alberga tanta pasión para nada.
Julio Llamazares destila géneros y sentencia: tanta pasión para nada.
Tanta pasión para nada no es una mera recopilación de cuentos y una fábula. Hablar de cuentos y fábulas sería un error porque los géneros confabulan con los tópicos y liman, descuartizan otros condimentos como la poesía, la novela -¿acaso la fábula de siete líneas no es tan enorme como la vida misma?- o la crónica que están presentes en cada uno de los relatos, historias que recopila Julio Llamazares en su obra. Además, ¿no son los cuentos hechos verídicos, hechos que se transforman en cuentos? El autor rinde, por tanto, homenaje a poetas perdidos como Ángel González o a su amigo y escritor de cuentos Antonio Pereira que, de pronto, se ven presos pero vivos en cuentos. A veces incluso el propio autor se ve reflejado en cuentos, reflexionando sobre la escritura y su angustioso proceso o surgiendo aquellas leyendas del frondoso monte de la infancia de Llamazares con la figura del Maquis.La mirada melancólica, el lirismo, el viaje al pasado labrado por el tiempo que ya son propias en otras obras de Julio Llamazares, pero también la reflexión sobre el proceso de escritura o aquella frase camusiana que tatúa la portada de esta recopilación de latidos -tanta pasión para nada-, están presentes en cada una de sus historias que constatan un hecho incuestionable y que nos deja brotar aleteos de reflexión. O quizás cincelar una sentencia que cada uno deberá hallar y que yo cuelgo aquí tras su lectura: abocados al fracaso, al punto o a la coma de nuestras vidas, al final tan solo nos queda la pasión.