Tenemos tanto que aprender de nuestros pequeños dictadores (o pqueños bombones, depende del momento en el que se encuentren) que no sé ni por donde deberíamos empezar. Y el momento clave es AHORA, ya que cuando los niños son pequeños es cuando no están condicionados aún por la sociedad y actuan con naturalidad y total libertad, siendo felices. Sin embargo los adultos dejamos de lado esa felicidad bien sea por la rutina del día a día, la falta de tiempo o el exceso de preocupaciones.
Tenemos tanto que aprender a...
- A dejarnos de convencionalismos sociales y dejar de intentar quedar bien con la gente solo porque la sinceridad y naturalidad está infravalorada y mal vista. YA está bien de callarnos lo que pensamos por miedo a que nos juzguen o a no decir lo correcto.
- A pedir las cosas que queremos sin andarnos con rodeos. ¡No más rodeos!. Quiero tal cosa. Así. Con firmeza. Con ímpetu. Con seguridad. Sin vergüenza.
- A reírnos más, porque a pesar de haber discutido con nuestra pareja, a pesar de haber tenido un día de mierda, de haber estado lidiando con mil marrones en el trabajo, de haber tenido que aguantar algún comentario inoportuno de nuestras suegras, a pesar de todo, siempre hay algo por lo que reír, aunque sea de nosotros mismos.
- A no ir con prisa siempre y observar más a nuestro alrededor. Lo que nos rodea. Fijarnos en los detalles porque ahí es donde reside la belleza. La falta de tiempo nos hace tener que hacer todo deprisa, dejando muchas veces de lado las cosas más importantes.
- A ser más prácticos en la vida y aceptar las situaciones, es decir, preocuparnos menos y ocuparnos más. Aprovechar el momento. Tener la cabeza llena de ideas dando vueltas conlleva que muchas veces nos saturemos y bloqueemos actuando como pollos sin cabeza.
- A intentar hacer todo por nosotros mismos. Los límites son producto de nuestra mente únicamente, no de nuestras capacidades. Somos capaces de todo lo que nos propongamos, solo es cuestión de quererlo. ¿Acaso un niño se da por vencido cuando empieza sus primeros pasos y se cae?
- A dejar de lado los tabúes y estereotipos porque solo existen porque no tienen la visibilidad y naturalidad necesaria. La mayoría de la gente que realmente merece la pena es aquella que juzgamos nada más verla bien sea por su apariencia, opinión o comportamiento. Nunca sabemos que batalla hay detrás de una persona.
Y es que, muchas veces nos olvidamos de que todo es más sencillo de lo que parece. Le damos demasiadas vueltas a todo olvidando de lo más importante, de VIVIR.