Taramundi, capital del concejo del mismo nombre, se encuentra en el extremo occidental de Asturias, una zona que quedó un tanto alejada del proceso de industrialización que experimentó la región en el siglo pasado; también, de las transformaciones que, como consecuencia del mismo, tuvieron lugar. De ahí que mientras el centro acotaba el espacio con nuevas fábricas y se hacía más urbano, el occidente no tenía otro remedio que seguir alimentando su carácter más rural.
En la década de los ochenta del pasado siglo hubo gente en Taramundi empeñada en evitar que los más jóvenes tuvieran que irse para buscar un futuro en otros lugares porque esta preciosa tierra era incapaz de alimentar a todos sus hijos. Y así fue cómo surgió aquella idea, para algunos descabellada, de abrir un hotel de cuatro estrellas en la que antigua casa rectoral de un pueblo distante, entonces más que ahora, ubicado en el occidente de Asturias.
El «modelo Taramundi» se sustenta en exhibir los valores que atesora, en mostrar su riqueza etnográfica y cultural. Así que bien está lo de contar con un hotel de calidad, que responda a las expectativas de los más exigentes, pero no basta. Es preciso, además, que quienes hasta aquí se llegan descubran la rica gastronomía de la tierra, disfruten de la belleza de su territorio adentrándose por alguno de los senderos que lo recorren (de los que bien pueden servir de ejemplo tanto la denominada Ruta de los molinos como la Ruta del Ouroso) o conozcan las formas de vida tradicionales y a las gentes del lugar.
Taramundi apuesta por la tradición y decide exhibirla. Los artesanos abren de par en par las puertas de sus talleres, exponiendo la riqueza de sus telares, mostrando su pericia en la fabricación de cuchillos y navajas. No muy lejos de la capital, en Os Teixois, se ofrece al visitante un museo vivo en el cual puede contemplar el funcionamiento de varios ingenios hidráulicos utilizados en la fabricación de aperos de labranza y otros utensilios de metal, especialmente los afamados cuchillos y navajas.
Desde que La Rectoral abriera sus puertas en 1986, algo empezó a cambiar en Taramundi y a las primeras inversiones públicas siguieron otras iniciativas de las gentes del lugar. Unas y otras pretendían competir en el mercado turístico ofreciendo lo mejor de lo suyo: sus tradiciones, su cultura, su producción artesanal. Una década después de aquel histórico evento y puesto que buena parte de la población se identificaba con aquel proyecto, el Ayuntamiento quiso hacer patente el nuevo rumbo tomado por la comunidad, por medio de una intervención escultórica realizada en la madera del denominado Carballo do Poyo, un roble centenario que según la tradición fue plantado en 1584, reinando Felipe II. Una placa colocada en el lugar así lo testimonia:
«Testigo de la historia de nuestro pueblo, con ella queremos, sin olvidar nuestro pasado, apostar por el futuro»
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