Tarantino: la sublime estética de la violencia

Publicado el 11 febrero 2013 por El Patíbulo

La inclusión de elementos violentos en el cine resulta en la mayoría de casos un puro sin sentido despilfarrador de ketchup y trozos de plástico simulando manos, cabezas o vísceras que se escenifican en puñetazos, tiroteos, violaciones o mutilaciones, una absurda puesta en escena que ocurre con casi todos los directores que recurren a ella a excepción de unos pocos, contados con los dedos de una mano, entre ellos Tarantino. La máxima que subyace en sus películas: la violencia debe estar ahí porque es estrictamente necesaria y no hay otro remedio que hacer uso de ésta.

Sin querer hacer apología de la violencia ni tan siquiera en el cine, el de Tarantino rezuma esa esencia salvaje y primitiva de plasticidad preciosista que tiene el último ejemplo en Django Desencadenado.

Django es un spaghetti-western (mal llamado en este caso y vocablo anglosajón de connotaciones peyorativas en el resto) que supera en calidad al 95% de los spaghetti-western (SW, a partir de ahora) filmados -y esto lo suscribe un consumidor del western clásico y de su género chico- en el que se perciben a su vez las influencias de un director que gustará o no, pero que es completamente diferente al resto, y eso ya es un hito.

En Django Desencadenado Tarantino hace uso de todos los ingredientes del SW pero mejorado y envuelto en un halo de sofisticación; un -merecido- homenaje al género al que ha recurrido en otras ocasiones pero sin recurrir expresamente a él, copiando escenas míticas o haciendo referencias a éstas y utilizando la inimitable música compuesta por Morricone, como en Kill Bill.

El homenaje ya comienza con el título, usado -y abusado- hasta la saciedad en el SW, en donde se han creado tramas e historias en películas distintas totalmente inconexas en las que nada tenía que ver un Django con el otro; el mejor de todos el primero, el de Sergio Corbucci, de 1966. El SW, ese género tan nuestro, de estética sucia en todos los sentidos, completamente antagónico al wesetrn clásico en el que los héroes (nada de John Wayne o Gary Cooper) carecen de las características salvadoras y políticamente correctas que se les presuponen; en definitiva en el SW se confunde el héroe y el villano. En Django Desencadenado -de corte crepuscular- su director realiza una vuelta de tuerca e introduce un elemento extraño y anacrónico al hacer protagonista de forma evidente a un hombre de color -sólo me viene a la memoria El sargento negro de John Ford, Silverado de Kasdan,  Sin Perdón de Eastwood o el SW Keoma de Castellari, aunque nunca con tanto protagonismo como en el de Quentin- es decir y sin rodeos, un tío de color negro, un negro vamos, al que se refieren mediante esa insultante palabra que arrastra tanto desprecio y es repetida una y otra vez en la película, nigger: negrata; aunque en castellano se ha traducido simplemente como negro. Eso de que la ofensa quede como algo anecdótico sólo es capaz de hacerlo Tarantino, que entre sus claras influencias encontramos a Kurosawa y las películas de samuráis, Sergio Leone (influido también por Kurosawa), el cine de Serie B y gran cantidad de spaghetti-western. Su conocimiento del género pequeño del western se ve reflejado en esta lista de los veinte mejores SW que él mismo elabora (aunque se echan en faltan algunos).

La violencia, ese elemento tan complejo de difícil encaje tuvo en Sam Peckinpah y en muchas de sus obras los mejores ejemplos de cómo hacerlo: Grupo Salvaje, el mítico western crepuscular, o Perros de paja, que cada vez que la veo me recuerda que ésta también debió ser una del oeste. En esa línea de los Peckinpah, Leone o Corbucci es en la que se asienta la esencia cinéfila de Tarantino.

Lástima de aquellos que no entienden su forma de hacerlo ni sus referencias fílmicas, pero es complicado cuando las películas superficiales y los programas de Tele 5 no dan más opciones a los atrofiados cerebros por la falta de uso. Que los jovencitos de hoy en día aprendan qué es el amor… con Tarantino.