Sol que se esconde
bajo las piernas locas
milonga adonde?
Y me dormí una pequeña siesta pensado que había llegado a la esencia del haiku. Me desperté y una breve nota con caracteres asomaba debajo de la puerta. Solo decía: "kono michi ya yuku ito nashi ni aki no cure" y también "Deje de hacer el pelotudo y siga escribiendo en español, pues su tontería no tiene métrica ni traducción. El haiku suyo tiene doble sentido". Con Masayo San nunca se sabe si se esta burlando abiertamente de uno o solo se divierte. Lo guarde en el bolsillo y luego de adecentarme toque galante a su puerta, para que me disculpara, invitándola a cenar.
Detras de esa invitacion había privaciones, empeños y traiciones, la colección de los grandes milongueros barrocos de Doré, vendida. un panegírico al conde Duke Poltrine, rematado, un improvisado taller literario para jubilados pudientes. Todo eso se fue en Fuas, tartares, canards, bordeaux, tatins y cremes brulees. Suerte que la mujer japonesa tiene costumbre de pagar a medias. Sino estaba listo para irme a dormir, sin milonga.
Quiza aquella noche la milonga era territorio de los demonios. Habida cuenta de la proximidad de Lourdes decidimos con Masayo San ir a Lourdes, para traernos agua sagrada y así intentar un pequeño exorcismo con todos aquellos que distorsionaban las buenas formas en la ronda, una pequeña cifra, si se tiene en cuenta la gran cantidad de afluencia, pero justa para sembrar el caos en efecto domino.
Volvimos con el Pibe, Masayo San y Jordi por esas calles vacias, ni siquiera inquietadas por nuestros pasos o algun compás tanguero, fugado de los parlantes.
Convencí al Pibe y a Masayo San para cenar frugalmente. Compramos un par de embutidos, alguna bebida y baguettes para bocadillos. Y con eso arreglamos y encauzamos la noche para la verdadera batalla contra el maligno, que se iba a desarrollar en la pista. Llevamos una botellita de agua sagrada de medio litro y nos fuimos al Marcadieu, para despedirnos de la milonga de la noche. Mi idea era poner un poco de agua en cada extremo de la pista y algunas gotas en el centro. Iba a ver gran duelo de orquestas con la Típica Roulotte y la Orquesta Silbando y no era cuestion que se desmadrara la noche. Encontré justo a Gabi Sodini y le pedí que me tuviera la botellita, mientras me anudaba una manga de la bandera Lusiardiana en la frente para llevar a cabo mi misión. Cerré los ojos para que no me entraran pelos ni cejas y cuando los abrí descubrí con horror que se había mandado casi toda la botella. - Que buena , ahora te compró otra - me dijo. Los riesgos de poner lo sagrado en un envase normal. Luego de que le explicara intento escupir en los rincones de la pista, pero desistió al ver las caras de las chicas y como lo miraban. Al otro día iba a tener algun desarreglo intestinal.
Había un aplausometro y enseguida comenzaron a sacarse chispas, con el piano en el centro y compartido. Era tan buen espectáculo y tan humoristico que hasta el pibe se sentó juiciosamente a ver lo que pasaba en el escenario. En la pista, las gentes se perdían todas las alternativas del show, bailando como si les fuera la vida en ello. Lo cierto es que estuvo muy divertido. Las dos orquestas se intercambiaron musicos, pullas y burlas y con su desenfado y bien hacer parecieron exorcisar la pista. O quizá Gabi había hecho algun par de ademanes para contribuir a la limpieza del ambiente. Fue una apuesta arriesgada, muy divertida y profesional. Y espero sinceramente que vuelva a repetirse. Me dio pena por los que bailaban, porque se lo perdieron.
Terminado el concierto y el duelo con empate merecidisimo me tope con una pareja de milongueros de Barcelona que se iba. "Nos vamos, porque la música es Malísima y estas orquestas un desastre. Para ver payasos voy al circo". Será que los milongueros a ultranza no saben disfrutar de otras propuestas. Será que nos encerramos en una misma idea de diversión, sin ver que a veces los matices hacen el cuadro y en esos pequeños detalles esta el goce, el divertimento, la pura alegría de pasarlo bien, incluso sin bailar.
La milonga terminó para nosotros. Quedaba una noche más musicalizada por Gabi Soda, que tendría que salir bien si o si, debido a su inesperado bautismo interno. Dejamos el hotel y cuando nos íbamos los muchachos quisieron despedirse por todo lo alto de Tango en Tarbes, milongueando algunas tanditas en la plaza bajo el ayuntamiento. Quiza necesitaban algun tango para despedirse o algun vals paro obtener la promesa de algun reencuentro con alguien especial. Demoramos la vuelta y los muchachos se recrearon en la despedida. Masayo San bailo unas tandas conmigo y me dio la traducción del haiku clásico que erróneamente creí mio:
Nadie que vaya
por este camino
crepúsculo de otoño.
Pensé en los milagros, en la posibilidad de la fé, en la certeza ciega que te hace bailar casi sin ver a los otros, en los haikus intraducibles, en las cenas irrepetibles y en el tango desperdiciado sonando en los parlantes de un pueblo indiferente, sin que hubiera quien le pusiera movimiento a la magia de lo espontáneo.