Comparto este hermoso poema que escribe mi padre, sobre los restos de día que el agua se lleva, sobre ese fondo de luz que dio origen a que las cosas pasaran, y a que no pudieran suceder.
A la tarde los basureros disparan las mangueras y el agua arrastra los restos del día:
una colilla con un beso de carmín que sabe a fresa
un pañuelo con lágrimas secretas
lágrimas que si se hubieran mirado de cerca hubieran revelado la clave del mundo
las pisadas de un niño que empezó a caminar y a morder fuerte en el empeño
unas palabras que alguien escribió para aprendérselas antes de la primera vez
unas gafas dejadas a posta en un charco de uno que iba a morir esa noche
una servilleta con un poema triste que hablaba de nubes y dolor y que decía:
las nubes llorarán sobre nosotros
porque aunque allí todavía estamos
ya no estaremos nunca
el papel de un caramelo que sabía a gloria
La plaza está ya limpia
Han forrado el mundo con papel azul y han pegado una etiqueta con el nombre de un niño
asustado el primer día.
(Miguel Porcel, 5 de noviembre)